20 marzo 2009

Construir poder / Poder construir - 1 de 6

APUESTAS POR DOCENA

Imagen a partir de fotografía de Cooperativa Sub

Un material sencillo sobre un tema complejo

DIMENSIONES

Después de muchos meses de transitar las montañas de la Quebrada de Humahuaca y la Puna Jujeña con un conjunto de aproximadamente sesenta dirigentes de la región, llegamos a las líneas básicas de lo que hoy contiene este material, que nombramos como «Poder construir / construir poder». Surgió sencillamente de la reflexión del plenario final de un proceso que habíamos compartido con intensidad y aprendizaje. Una docena de cuestiones sobre el poder, sobre lo que podíamos, sobre las definiciones de lo imposible y los límites de la voluntad que había que correr. Un manojo de doce cuestiones. Una docena de preguntas. Desde entonces, lo hemos editado varias veces y ha circulado por muchas conversaciones, talleres, encuentros de debate y reflexión. A aquellos doce puntos los hicimos rodar tierra y rodar sentido desde aquellos nortes y momentos y encuentros. Muchas rutas por el territorio y por los devenires de esa historia que entre los años 2000 y 2002 se iba adensando e invitándonos, justamente, a nuevos caminos.

Era, entonces, un atisbo, una intuición. El camino de la formación compartida nos fue llevando a estos ejes y a este tema. Desde aquella primera experiencia hasta hoy, efectivamente la problemática de la construcción de poder se generalizó como una cuestión: tematizada y también tematizable por muchas organizaciones y colectivos en el país. Una cuestión cuya reexplicitación terminó, también, de alguna manera atravesando a toda la sociedad. Muchas veces sin poder –valga la redundancia– ser nombrada como tal.

Nombrar el poder, ponerle palabra y nomos, hacerse cargo, pronunciarse respecto a él, no es tarea trivial. La misma banalización con que se lo menciona –en el discurso mediático, la consigna fácil o la denuncia paralizante– reproduce las relaciones de poder existentes, se vuelve coartada para cierta circulación y distribución del mismo. Una cosa es «mencionar» al poder, otra cosa pronunciarse al respecto, nombrarlo.

Las organizaciones sociales, pero más ampliamente la sociedad misma a través de las distintas mediaciones que construyen los sujetos colectivos, le dan –en cada momento histórico– una respuesta a este tema de una manera u otra. Y esa respuesta define de algún modo la historicidad misma del momento.

Cuando este material fue escrito, estábamos en el centro de una crisis-catástrofe, de una inflexión. Hoy, la pregunta por el poder permanece abierta en la arena social y política de nuestro país, más aún cuando las oportunidades de transformación y los desafíos de consolidar un modelo político diferente siguen exigiendo sumar voluntades y construir apuestas.

No sólo mencionar, sino pronunciar el poder. Para construir poder, poder construir. Reconocer una posición. Construir una palabra. Pronunciar la historia. El retruécano entre el poder y la construcción quiere reforzar la idea de que no tiene sentido declarar la necesidad de construir poder si no se construyen las mediaciones, las conversaciones, los acuerdos y las acciones concretas para generar sujetos colectivos consistentes, fuerza democrática articulada y acciones políticas significativas: todo aquello que rescate a la «construcción de poder» de la mera expresión folklórica de actores y sectores que, por lo demás, quedan acotados a una impotencia iracunda o martirial o, en el mejor de los casos, a un rol de denuncia más o menos profética, más o menos, también, repetida, siempre inofensiva.

Reflexionar críticamente sobre el poder y su construcción requiere hacer la reflexión de manera tal que ella misma habilite, construya, el poder de nombrar, acordar, abordar las relaciones de fuerza. Los destellos con que la historia se presenta, en cada momento, como invitación y riesgo, y la propia capacidad de intervención.

Lejos de estar ajenos a las inercias, los confinamientos y los repliegues del mundo popular, en ese momento inicial, quizás nosotros mismos no podíamos ponderar la dimensión que el tema tenía, aunque ya habían pasado los momentos fuertes de crisis y el pico doloroso y ensangrentado de la catástrofe social de fines de 2001. Sin embargo, todavía no llegábamos a ver lo que estaba pasando en nuestro país y que, por lo tanto, nos estaba pasando a nosotros. Pronunciábamos entonces las palabras y las cuestiones de la etapa siguiente, pero todavía en el horizonte de sentido de la etapa anterior.

Aquello a lo que intentábamos poner palabras y mediaciones, lo que pretendíamos tanto abordar como asumir, era lo que se estaba jugando en nuestra historia, así como pasaba por la realidad de estos dirigentes del norte del país: la más grave catástrofe social que el país viviera, junto con una compleja y fenomenal crisis de hegemonía, de crisis de poder en Argentina. Nosotros terminábamos un periodo de algo más de dos años de formación. Pero en el país se abría la oportunidad de dejar atrás –y quizás de cerrar– una etapa de treinta años de hegemonía casi absoluta de las ideas, los actores y las relaciones que –para entendernos rápido– llamamos neoliberales.

Si entonces pensábamos la construcción de poder como desafío para las organizaciones sociales, como tarea para profundizar la sobrevivencia y la resistencia, como necesidad de solidificar la acción social y ampliar la solidaridad; hoy –con mucha claridad pero con especial complejidad– se hace presente el desafío de replantear aquellos términos. Y hacerlo con una mirada profundamente política y politizante; como tarea de construcción de capacidad democrática y propositiva. Con exigencia de hacerlo con una mirada societal, donde la oposición obtusa que en los ‘90 se cristalizó entre sociedad civil y estado sea reemplazada por una concepción de articulación donde el estado tenga un rol central, siendo él mismo sociedad, herramienta en tensión entre las fuerzas sociales.

Aquello que en su momento apareció en un escenario de inflexión política y de apertura histórica, apenas atisbado, sigue vigente hoy como tarea de consolidación y profundización. El esquema sirve, eventualmente, siempre y cuando sea capaz de convocar nuevos contenidos.

Construcción de poder aparece hoy, entonces, como una interpelación a la construcción de ciudadanía. Vista ésta no sólo ni tanto en términos de conciencia ciudadana (derechos y deberes, etc.) o como una apelación a la soberanía del ciudadano en democracia; sino como el desafío de construir el abanico de actores y relaciones que, en una democracia, sostiene el poder de las mayorías, de los sectores populares, al tiempo que resignifica los valores de la libertad y la igualad desde ese lugar social. Más ampliamente, podría decirse también: construir el poder que mantenga abierto el campo, los actores, las luchas y conflictos que articulan lo popular con lo democrático, que permiten que ambos ejes se constituyan mutuamente. Y poder construir también las mediaciones que generan y sostienen sujetos y acciones colectivas en ese campo.

También, a la distancia, reconocemos y queremos reafirmar en este material un doble intento que, entendemos, debemos sostener:

Por un lado, el vacío de poder que genera toda crisis de hegemonía invita a ser llenado y resuelto en la crisis superada. Pero, al mismo tiempo, y en un impulso tanto de reflexión como de acción, hay un ánimo de sostener esos márgenes que toda crisis abre como posibilidad de preguntar, de mantener en movimiento: cómo sostener ese vacío, en el sentido de cómo mantener abiertos los espacios donde la pregunta por el poder pueda no ser clausurada con respuestas disolventes. Clausura que actúa cuando, en las salidas a las crisis, las tendencias despolitizadoras, los excesos de alternativismo, los utopismos mal entendidos, los desplazamientos e identificaciones de la democracia con la «comunidad», cristalizan las crisis en sus sentidos más regresivos. Construir entonces, pero mantener abierta la pregunta por la construcción. Que poder construir sea, también, poder crear.

Así es que la reflexión sobre la construcción de poder se vuelve una apuesta por la construcción de ciudadanía crítica y la construcción crítica de ciudadanía. Y más ampliamente sobre la cuestión política, pública y, por lo tanto, histórica. Histórica no en el sentido de lo que va pasando a través del tiempo, sino en tanto despliegue de las posibilidades que una sociedad tiene para darse las distancias que le permitan hacerse cargo de su propia historicidad, de su propia capacidad de darse forma a sí misma. Otra vez, de interpelarse. Construir sus preguntas.

En este material, recurrentemente, más que a las definiciones, se apunta a las aperturas: cuatro dimensiones, doce puntos. Armar mapas y panoramas, desplegar interrogantes: abrir el significado, encontrar sus mediaciones concretas, activar las conversaciones sobre el poder y sobre lo que se puede hacer al ponerle nombres a las cuestiones.

Por otro lado, están estas cuatro o cinco cuestiones con las que sigue siendo importante marcar distancia o ponerse en tensión. Cuestiones de fondo que reaparecen en cualquier contexto en que grupos sociales, actores u organizaciones intentan profundizar caminos de politización, juntar fuerzas para sus «incursiones democráticas», sus intervenciones en el área de disputas. Una es la mirada sobre ‘hay que construir poder’ como frase mágica que vendría a salvar y saldar todos los problemas, argumentales y prácticos. Como si hubiera alguna «cosa» llamada el poder al final del camino o en la cima de la acción, esencial, predefinida antes de ser abordada, que se pudiera construir con materiales preexistentes a la construcción misma o a las que se llegaría después de construir todo lo demás.

Otro frente con el que debemos seguir discutiendo y disputando sentido político de la construcción de poder es el de las distintas propuestas de la «familia» del «empowerment». Sin duda expresan algo que en el léxico parece bien intencionado, pero que desde nuestro punto de vista, en última instancia, resulta excesivamente funcional a una estrategia que tiene mucho que ver con el modo de funcionamiento del poder hegemónico en la sociedad contemporánea. Esta es la lógica de dejar que cada uno se haga cargo de su poder, su autonomía o su reivindicación parcial relegando para un «después» indefinido (en el mejor de los casos) la apuesta a transformar estructuralmente la propia realidad histórica. Similar concepción muchas veces encuentra expresión en la actualmente en boga «incidencia en políticas públicas»: expresión que, en el lenguaje y en lo que mapea, deja la política como exterioridad, como algo en lo que apenas se pueden arañar marcas de incidencia, pero incluso sin necesidad de politización y que esquiva –o deja esquivar demasiado fácilmente, al no abordar con claridad la cuestión– la posibilidad y el desafío no ya de la incidencia –acción incidental, fragmentaria– sino la implicación en política pública, y asunción de lo público y lo político como tarea colectiva.

Como es obvio, las miradas satanizadoras sobre el poder persisten, junto con sus congruentes descalificaciones morales de la política y etiquetamientos negativos del estado como herramienta institucional. También se mantienen sus narrativas fáciles centradas en la corrupción, la opresión y el signo dudoso asignado a todo lo que sea ejercer el poder. La versión complementaria es la que completa el panorama. Plantea la posibilidad de un poder bondadoso del cual surgiría eventualmente una sociedad sin conflictos, siempre y cuando se mantenga «fuera» del sistema.

Para poner, varios años después de haber hecho estos ejercicios, en una serie de reflexión la construcción de poder, hoy invitamos a recorrer con estos doce puntos un trayecto de mediaciones que articulan el impulso de la construcción de poder con la tarea política del momento que nos toca. Una serie que sería: construcción de poder, politización, ampliación y profundización de la ciudadanía, democratización, políticas públicas y distribución de la riqueza. Queremos hacer resonar ahí el ánimo de construir poder.

Poder reconocer el poder, poder construir, asumir la politicidad del poder, construir sujetos – actores, ampliando sus posibilidades y márgenes de acción. Democratizar la sociedad, ampliar y direccionar la trama de decisiones y ejercicios encadenados del poder que son las políticas públicas. Volver sobre el cotidiano para apropiarse del tiempo y del territorio, con una perspectiva donde la distribución de la riqueza atraviese el escenario como conflicto estructurante a asumir.

Finalmente, queremos agradecer otra vez a los compañeros de muchas organizaciones, movimientos, instituciones, colectivos que han tomado estos esquemas sencillos para animar sus debates complejos, y nos devuelven preguntas enriquecidas por otras rutas, apuestas y construcciones. Especialmente a los compañeros y equipos de formación de las Escuelas de Ciudadanía, a los miembros del equipo del Centro Nueva Tierra, y a muchos otros con quienes venimos compartiendo la sed y el vaso.

Néstor Borri Coordinador Colectivo Ciudadanía


12 claves para pensar la construcción de poder

12 puntos, 12 llaves. 12 claves para pensar la organización en clave de construcción de poder. Y la construcción de poder en clave de acción de la organización. Porque construir poder supone construir la capacidad de relatarnos a nosotros mismos, de evaluarnos nosotros mismos respecto a cómo lo estamos haciendo. Y supone también el esfuerzo de construir nuestras maneras y nuestras herramientas para aprender a construir poder. Por eso, estas 12 claves son provisorias, tentativas. Podrían ponerse no 12, sino 10 o 2. O 27. O 100 claves. Aquí va entonces, esta docena de pautas, de excusas para preguntarnos y conversar de manera ordenada y “compartible” con otros, sobre cómo y a través de qué cuestiones una organización o un movimiento aporta a la construcción de poder para una sociedad más justa y democrática. Las 12 claves son las siguientes:

Prioridades

Movilización

Escala

Estrategia

Propuesta

Pluralismo

Organización

Autonomía

Articulación

Conocimiento

Ideología

Fiesta


4 dimensiones de la construcción de poder

Las 12 claves que señalamos para evaluar la organización en perspectiva de construcción de poder, se pueden clasificar en cuatro grupos:

Estructura

La organización, la autonomía y la articulación le dan estructura, solidez, a la construcción:

  • La organización, en tanto mediación básica de la participación y la pertenencia. Como instrumento que permite sumarse y encontrarse y reconocerse en un espacio colectivo que trasciende lo individual y lo particular.
  • La autonomía, en tanto consistencia de lo que se hace con lo que se piensa, le da fortaleza a las acciones y decisiones de la construcción.
  • La articulación permite ampliar la organización, sumarla a otras organizaciones y a otras construcciones, parecidas y diferentes a la propia, permitiendo actuar en conjunto por los objetivos comunes o apoyando juntos objetivos particulares de un grupo o sector.

Eficacia

Las prioridades, la movilización y la escala le dan eficacia, la hacen funcionar y concretar transformaciones.

  • Las prioridades dan eficacia en tanto permiten concentrar los esfuerzos y clarificar los pasos necesarios, concentrando las energías en la parte de la construcción que hay que privilegiar según el momento y la situación.
  • La movilización da eficacia porque permite llevar la acción y la construcción a los escenarios donde se dan las disputas, y las pone en relación con los demás actores de la sociedad y con intereses que hay que compartir o enfrentar.
  • La escala, lleva la acción y las decisiones a la altura y «al tamaño» de los problemas que enfrentamos, permitiendo una correspondencia entre el problema que se enfrenta, los medios de que se dispone y las fuerzas que se tienen.

Proyección

La estrategia, la propuesta y el pluralismo, le dan proyección, hacen que la construcción se desarrolle y crezca.

  • La estrategia da proyección porque permite levantar cabeza por sobre lo cotidiano y la inercia, y a la vez adaptarse y enfrentar el contexto y los problemas cuando éstos cambian. Permite salir de la pura «táctica», planteando escenarios y formas propias para tomar decisiones.
  • La propuesta nos proyecta al sacarnos de la pura denuncia, invita a otros a sumarse y actuar, fortalece aprendizajes cuando se logra implementarlas y también cuando fracasan. La propuesta permite proyectarse de la parálisis, la queja y el miedo, a las realizaciones, los proyectos y los ejemplos concretos de maneras diferentes de vivir en sociedad.
  • El pluralismo da proyección en tanto apertura, posibilidad de encontrarse y de construir con otros. Nos proyecta hacia otras experiencias y nos permite respetar a los que construyen de manera diferente que nosotros y enriquecernos con esa diferencia.

Sentido

El conocimiento, la ideología y la fiesta le dan sentido a la construcción, la hacen visible y la conectan con la vida y la felicidad concreta de las personas.

  • El conocimiento permite dar coherencia a las decisiones, a las acciones, a las denuncias, a las propuestas. Da contenido a la acción de la organización, clarifica los pasos, permite pensar el camino que se recorre.
  • La ideología pone en relación los valores que se tienen, las maneras de ver la vida y la historia, con aquello que se va construyendo.
  • La fiesta da fuerzas, alegría y pone en contacto la construcción de poder con lo más humano que tenemos: la capacidad de encontrarse y celebrar, llorar y alegrarse juntos.

Autor: Nestor Borri - contacto@colectivociudadania.org.ar

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