02 julio 2010

Soltar la mano, alivianar el equipaje... dejar atrás

(Resumen al vuelo de una reflexión compartida con productores rurales de Misiones...en su proceso de construccion y formación política...)*



  1. Soltar la mano de…
  2. Cuidar las malas palabras…
  3. Dar la bienvenida…


1.   Soltar la mano….

O ser dueños de nuestra memoria

De las décadas d elos 70 y lo 90 , quizás es el momento de soltarle la mano a unas cuantas cosas que siguen hoy presentes… Y las tenemos que dejar en el pasado, dejarlas atrás… elegir otras cosas para el presente.

Alivianar nuestro equipaje de memoria en relación a las etapas en las que fuimos derrotados y/o nos equivocamos.
Lo que no constituye un juicio condenatorio sobre los compañeros que lucharon en esas épocas ni sobre nosotros mismos, sino una mirada reflexiva que reconoce las derrotas y errores.
Pero además y sobre todo , reconocer la necesidad de observar , de traer a la escena de la reflexión y el recuerdo, las etapas de avance, de triunfo, de posibilidades, de desafíos grandes, de alegría popular, de esfuerzo por hacerse cargo de escenarios que llamaban a avanzar en objetivos, en organización y en participación política…
En ese sentido, quizás apartarnos un poco, alivianar el equipaje en relación a la décadas del 70 – como paradigma de lucha- y la del 90 – como paradigma de resistencia, y enfocarnos en otros momentos históricos.
Porque, con el pasado, no podemos hacer nada: no podemos cambiar ni una coma. Pero la memoria es toda nuestra, es toda creación. Hay que optar por  la memoria. Elegir. Construirla.
Y necesitamos en este momento, justamente, momentos que nos iluminen con la luz de los avances. Aprender entusiasmo. Saber ganar. Saber triunfar. Saber lograr. Saber poder. Los saberes de la victorias son tan trabajosos - o mas-  que los de la derrota. Y muy exigentes.

De los 70s… dejar de lado…

… la utopía, aunque suene raro
Porque muchas veces  la utopía – lo sin-lugar, el modelo ideal, la esperanza de transformación total, no deja ver el presente y el aquí, los pasos, el tiempo de ahora, el “kairos”, la oportunidad. Lo que está no “más allá”, sino, realmente, desafiantemente, “mas acá”. Hay que hacerles lugar a las luchas y conquistas y hay que conquistar y luchar en el lugar (topos).También, saber que muchas veces, la utopía mata al camino. Y este es un momento de camino cierto, concreto, real. Y por eso mismo, limitado, opaco (y no brillante como el futuro perfecto)
Desafiados a “enlugararnos”: aquerenciarnos con el tiempo que nos ha tocado.  Porque es nuestro. No nos podemos esconder detrás de grandes ideales. Necesitamos ideas y propuestas que son, por eso mismo, reales, limitadas, con defectos- Son las de ahora: las realizables, concretas, evaluables.

 …. Ciertas miradas y prácticas de las izquierdas vanguardistas
Que en  muchos casos  responden a una matriz excesivamente lineal, racionalista, pura, a todo o nada. Muchas veces en nombre de la revolución y de los cambios totales de la sociedad, no dejaron y no dejan ver los pasos limitados, concretos, parciales, pero pasos reales de transformación, de acción colectiva, de organización.

Dejar atrás la idea de sacrificio, de “dar la vida” – de morir, con todas las letras- como destino heroico que legitima la lucha, al mismo tiempo que invita a morir a los héroes y, cuando se pervierte, ensalza el fracaso, el no haber podido. La lucha es esfuerzo, pero no todo esfuerzo debe terminar en sacrificio. No puede ser que nuestras únicas fiestas y nuestras fiestas favoritas sea celebrar a los mártires… con todo respeto. El complemento de la idea de sacrificio es siempre la resignación. Nos merecemos otra cosa.

La idea de que grupos pequeños esclarecidos pueden transformar la sociedad apartándose de los colectivos del pueblo y de lo colectivo y popular… antes estas minorías eran  militantes concientizados,  hoy se repite suponiendo que los pocos organizados o que tal o cual sector específico pueden dar la batalla transformadora en solitario…
Ideas provenientes de la Iglesia, legitiman y le ponen una patina de trascendencia, bendicen las ideas de sacrificio, de desprecio por el mas acá, deslegitima los logros como si fueran “éxito malo”…

También hay que dar pasos, soltar la mano de las experiencias que solo son capaces de crecer bajo el paraguas de la Iglesia, pero que también tienen a la Iglesia como techo… Aunque haya acompañado mucho: saber que los pasos concretos en la lucha económica y política  solo pueden darse siendo adultos políticos y ciudadanos, y no niños feligreses… Sin herir a nadie en sus convicciones religiosas, pero es así…

Soltar la mano también de una idea de pueblo demasiado centrada en lo cultural, y en la comunidad. El pueblo tiene raíces, pero el pueblo se construye también con eligiendo, caminando, cortando las raíces que nos atan a la misma situación siempre. La identidad es una herencia pero la identidad política, y la disputa económica y de poder implica decidir, elegir, no solo heredar…

De los 90, abandonar

… el exceso de tecnocratismo, todas las palabras esdrújulas, la idea de que solo se trata de gestionar eficientemente proyectos – especialmente proyectitos- la política siempre desborda e interpela lo técnico y la tecnocracia… por definición. No desprecia la técnica y lo técnico: la pone en su lugar.

 … la idea de que sólo resistimos, de que lo nuestro es  la resistencia. No nos organizamos ni luchamos ni trabajamos solo para sobrevivir. Lo hacemos para vivir, para desplegarnos, para ganar, para crecer. Hemos resistido cuando fue necesario. Ahora toca avanzar. El problema es que sabemos mas de resistir que de avanzar. Y también que muchos se han acomodado, porque le han encontrado el gusto o las ventajas o los beneficios, a solo resistir… Pero el objetivo es avanzar. 

… las propuestas que dicen que lo importante es la diversidad, las diferencias… y que con eso son cómplices de la fragmentación, bloqueando, en nombre de un falso respecto, de un falso pluralismo, la necesidad urgente de unificar, con lo que esto tiene de centralizar, de reforzar lo igual,  de homogeneizar… Y siempre que se unifica, alguna falta de respeto le hacemos a la diversidad: es la única manera  de hacerlo realmente (los que creen que se puede unificar respetando todas las diferencias… piensan en una unidad utópica… pero no en una lucha unificada aquí y ahora con logros de aquí y ahora) Unificar supone un respeto diferente: pone a la diversidad en su lugar, y respeta la necesidad de avanzar con lo común y de ampliar lo común. Unificar duele un poco. Es así.

… Abandonar también la idea de que la única solución es que las cosas sean participativas. La participación es una parte pero no es todo. Recordemos siempre que las políticas más excluidoras, y las etapas más excluyentes, hablaron todo el tiempo de participación. Como los concursos en las tapitas de gaseosas nos dicen: siga participando. De lo que nos están informando es que seguiremos perdiendo. Como cuando nos decían: habla, quéjate, protesta: eso es participar, eso es hacerse oír. Lo que nos dicen es: si queres llorar, llorá. Nada más.
Esto no quiere decir que la participación es mala. Al contrario; nos invita a preguntarnos sobre cual tipo de participación es la que necesitamos. Los procesos, las políticas y las propuestas no se miden por su participación: se miden por sus consecuencias. ¿Cuál participación, cuánta y de quiénes con que consecuencias?

Estar atentos a la mera idea de que hay que “incidir” en políticas públicas puede ser bueno. Siempre y cuando no pensemos que se trata solo  de “incidentes”.  De que incidimos, como la palabra lo indica, desde afuera. Afuera de la política – solo en lo social, solo en los mini proyectos- y afuera de lo público- solo en grupos chicos y solo en espacios cerrados o locales. Hay  que incidir, pero el camino es implicarse, politizarse, hacerse colectivo.
Cuidarnos también de la  idea de que lo nuestro es solo lo micro, lo mini , lo local, lo cotidiano y lo pequeño. Eso entro en los noventa y  en algunos casos sirvió. Pero preguntarnos si lo nuestro no es también lo macro, lo máximo, lo provincial y lo nacional, lo histórico y lo grande. No dejar que nos miniaturicen. Y no actuar como si solo fuéramos miniaturas, mini actores. Somos pequeños productores, puede ser (atención que somos mucho mas y muchas cosas más aparte de eso)… pero, en todo caso,  no somos ni niños ni enanitos de jardín….

También, quizás, en un punto, abandonar la idea de derechos. Suena fuerte. Pero estar atentos que no se trata solo de los derechos – ni tampoco de las obligaciones- Porque no se trata solo de las normas y las leyes que ya están, sino de las que todavía no está. Es cierto que hay que estar atentos a los derechos que tenemos y se vulneran o no ejercemos por desconocimiento o falta de fuerza. Pero más cierto que eso es que hay que crear derechos, ejercer capacidades, dar batallas. Va más allá de los derechos. Hay que ir a la fuente que engendra derechos y a  los umbrales donde estos se vuelven concreciones, cosas concretas logros. También a los derechos hay que ponerlos en su lugar. Son punto de partida. Estar atentos  a que no sean solo punto de llegada.

El acento en el protagonismo de cada uno y de cada una, durante los noventa, muchas veces no nos dejo ver la necesidad de construir también representación, delegación, conducción. Lo colectivo, lo democrático y lo popular no se hace solo con protagonismo.  A puro protagonismo solo funciona el mercado, donde cada quien es cada cual y baja las escaleras como quiere. La construcción política y las batallas por concreciones económicas, gremiales, sectoriales y  de poder se hacen con el tipo de protagonismo que construye representación.  Vale estar atentas a eso tanto las personas como cada grupo u organización.

Dejar atrás el voluntariado, la mera solidaridad y el desinterés “para que todos estemos mejor”, porque son tiempos en que ejerciendo la voluntad política  hay que hacer justicia social y definir los propios intereses de los sectores populares, para que las mayorías populares, los que trabajan, una parte, la parte mayoritaria pero una parte de nuestro pueblo – por eso tomamos partido- este mejor.

En los 90, las instituciones que más credibilidad y confianza tenían, eran los medios de comunicación, las empresas y la Iglesia. Y las  que menos tenían, decían las encuestas eran lossindicatos y los partidos políticos. ¿Sin sindicatos y gremios que defiendan sectores de trabajadores, y sin partidos políticos que  defiendan los intereses populares y los transformen no solo en planes sociales sino en proyectos de gobierno, alguien cree que se puede avanzar?

Néstor Borri 
ÉlDorado, junio 2010

*La secuencia de la reflexion estaba compuesta por tres partes, de las cuales aqui esta desarrollada, como se ve, la primera: Soltar la mano de… , Cuidar las malas palabras… , Dar la bienvenida…


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