30 octubre 2008

BIENVENIDOS LOS LÍMITES - 6 de 6

Ilustración: REP / Mural por el Bicentenario (detalle)

4. Brechas y límites (IV)

c. La brecha de la acción colectiva, de (presencia en el) espacio público y de construcción de actores

¿Quiénes, para qué, cuánto y en qué términos pudieron movilizarse en esta secuencia de conflicto "con el campo"? ¿Qué significado-peso en la relación de fuerzas tiene-tuvo-tendrá esta capacidad de movilización en próximas etapas? Hemos asistido más que a una lucha puntual por unos reclamos, a la dinámica por la cual un nuevo sujeto social (ese sujeto-abanico-de-sujetos-"en-torno-a"-el-campo) se constituye y hace su irrupción en la escena pública y en la arena política. No casualmente, el puntal, el disparador, el "despunte" ha sido a partir de los "cortes de ruta": el "mismo" que generó la irrupción de ese "milagro sociológico" que fueron, de los ’90 para acá, los desocupados organizados.

Algunas cuestiones en torno a esto

1. ¿Qué espacios-ámbitos se ofrecen hoy para la constitución, la renovación o el fortalecimiento de actores políticos? ¿Cuántos escenarios y condiciones de este tipo aparecen hoy como disponibles para ampliar el panorama de los que pueden intervenir organizadamente en la disputa política y en el espacio público?

Durante los ’90, la dinámica de protestar-resistir-sobrevivir fue una de las que gestó actores (caldo de cultivo, por decirlo con una metáfora tendenciosa).

También, concurrentemente, "las víctimas" (o los deudos) se constituyeron en actores. ¿Desde dónde –desde qué espacios y posiciones– es posible hoy constituirse en actores políticos de cara a las disputas por la democratización y la distribución? ¿Por cuáles esquinas hay que doblar para pasar de ser actores sociales a ser actores políticos? ¿Quién ofrece visibilidad, organización, discurso, recursos, objetivos, conducción, símbolos para esto? Dentro del campo propio de las organizaciones (articulación interinstitucional, inter-movimientos, intersectorial, escalamiento), dentro de esos procesos organizativos y de constitución de actores que las propias políticas públicas producen o facilitan (en ese sentido, si se me permite el exabrupto, un “clientelismo” bien entendido sería uno que traduce la distribución de recursos en una redistribución de las lealtades, y la transformación de ese nuevo patrón de circulación de lealtad y adhesión en fuerza legitimadora de nuevos vínculos políticos y relaciones de fuerza) y en la acción conjunta desde ámbitos estatales, sociales y políticos. (13 ) 2. ¿Cómo combinar mayores niveles de articulación de lo que ya hay con procesos de mayor organización y articulación de lo que todavía está disperso o todavía no está constituido como actor? Junto con esto, y siguiendo un camino inverso: ¿no será necesario detectar las dos, tres o cinco dinámicas de reproducción de la fragmentación que siguen, en diferentes niveles del funcionamiento de la sociedad, funcionando con la misma fluidez de los ’90, aún en un escenario donde todos decimos que queremos hacer otra cosa? ¿No nos encontramos acaso con muchas situaciones y muchos actores que reproducen lo que combaten, en lo que a fragmentación se refiere? Como contrapartida, otra vez, y en la misma línea, amerita detectar las tres o cuatro dinámicas o nudos de: a. articulación mayor; b. ampliación de los sectores organizados y con capacidad de participación que se ven en este tiempo ("buenas prácticas" si se nos permite una expresión traída del mundo oenegeístico) y poder amplificarlas y difundirlas, tomarlas como ejes y criterios diseminados en varios sectores para poder decir, de acá a un tiempo, “tenemos mayores niveles de consistencia organizativa y de capacidad de coordinación”. 3. Las acciones construyen actores. Viendo las características de la etapa , los modos de resolución y salida de la crisis de 2001 y considerando los modos de construcción que se desprenden de nuestra historia política, la acción de política pública, la intervención pública del estado "contada" (14 ) de manera propia por el gobierno tiene una capacidad de organización, de formación (de "dar forma") que ninguna movilización social puede parangonar en este momento. "Un Estado que organice a la sociedad" es una frase malévola a oídos republicanos y liberales. Pero, como es claro para muchos, puede ser y es una posibilidad democrática real si estamos dispuestos a ver con nuevos ojos los roles de los actores y los funcionamientos posibles de nuestra sociedad en una etapa en que hay que sacarse la mochila de viejos dogmas (no tanto los de los populismos de otrora, mucho más y más bien los del neoliberalismo novedoso e innovador). Un Estado experimentador, organizador, generador de articulación y movilización a través de políticas públicas que politicen lo público y "publiciten” lo político, puede ser –será– indispensable para construir la fuerza social necesaria para dar las batallas que hay que dar. Poco vale esperar la unidad o la superación de la fragmentación de la sociedad civil. La sociedad civil no está fragmentada. Es la fragmentación. No se trata de alentar un estatalismo unicista e invasivo. Se trata de ver qué se puede y se debe trabajar en términos organizativos desde todos los campos y herramientas democráticas que hay. Allí, el Estado es sencillamente central, por estructura, posibilidades e historia. La política pública y el aparato estatal nuevamente presente y reapropiado por parte de quienes puedan defender los intereses de los sectores populares son un ámbito catalizador, amplificador y posibilitador de todos los otros espacios y herramientas. En síntesis: las políticas públicas son un ámbito y una herramienta central de politización.

Ahora bien, además de los programas y políticas aparece una cuestión: los agentes estatales. Sus burocracias, sus tecnocracias y sus dirigencias propiamente políticas. En esta etapa, dirigentes sociales y políticos de diverso signo han accedido a ocupar puestos, sobre todo en los dos últimos campos (como técnicos, como funcionarios políticos). A ellos, y a las fuerzas que los sostienen, les cabe una responsabilidad central en este desafío. Y unas posibilidades a cuya altura deberán estar, hoy y mañana. 4. Participación y confianza. Uno ya no sabe a esta altura si decir que hace falta o que es deseable mayor participación. En particular porque toda la década de los ’90 prodigó participacionismo al tiempo que exclusión. Quizás hay que hacer un corrimiento en la mirada y en los términos. Hace falta y ojalá sea posible más participación efectiva, con "consecuencias": real, si vale el término. Pero hace más falta aún construir confianza de la gente común –esa que no participa, que no participará, no puede participar mucho porque tiene que vivir, no podrá ser militante porque no tiene o no tendrá el talante para ello; porque, también aquí, no contamos con muchos modelos disponibles de militancia más o menos compatibles con una vida vivible promedio ...y probablemente no los vamos a poder inventar en los próximos 5, 6, 10 años–. Confianza, decía, y adhesión y legitimidad, para esa gente que sin participar puede y necesitamos que se sienta parte y que tome partido por un proyecto de país, un modo de ser y hacer sociedad. La función de los que efectivamente "participamos" es lograr que esa parte se sienta parte... y no siempre nuestros modos de participar "toman partido" de manera efectiva por eso. Construir confianza es una tarea de los gobernantes y de los dirigentes, que funciona si se apuntala con mediadores y mediaciones efectivas. 5. Dónde, cuándo, quiénes, cuántos, cuáles, por qué y para qué sentirse parte (una parte, un órgano; organizar es "dar órganos") hoy y aquí; a partir de qué medidas, sostenidos con qué palabras, vivenciando qué momentos, dando sentido a qué interacciones: construir fuerza política en el espacio público invita y exige a revisar eso otra vez, de fondo, llanamente, sin basismo de militantes, y con más base de interpelación a lo cotidiano de aquí y ahora. La inversa también vale: cómo hacer para que los que en este escenario han tomado partido, puedan además, ser, hacer y sentirse parte de una construcción política. Esfuerzos diferentes, necesarios ambos, plausibles parcialmente. Indispensables.

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Después de “el conficto”, asumir la conflictividad. Con el desafío profundo de hacer más inteligible el conflicto, para hacer las luchas más inteligentes. Para hacer la política más vivible, más pensable, más factible, más entusiasmante. Más de este mundo en el que, a cada momento, hay que entusiasmarse, para superarlos, diciendo: bienvenidos los límites.

Néstor Borri / nestorborri@nuevatierra.org.ar *

13. Desde el Colectivo Ciudadanía venimos reflexionando sobre esta “topología” de los “desde dónde” construir sujetos y procesos populares. Una versión de este “mapa en movimiento” se puede ver –en proceso de afinación– en wwww.ciudadania.org.ar/ruedas

14. Contada: por cuenta de, contando con, dando cuenta de, relatada, cuantificada...

* Coordinador del Colectivo Ciudadanía. Director de Formación del Centro Nueva Tierra.

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