02 agosto 2011

Los cancerberos (o las dificultades para salir del infierno)


solo
 como si fuera un animal eterno
clavado  en la puerta del  infierno


Cuando Néstor Kirchner  insistía con su planteo de que “recién estamos saliendo del infierno”, en general se asociaba – correctamente, por lo demás- esa descripción a una referencia a la  crisis del 2001-2002 y, más ampliamente, a la década de los 90 o al neoliberalismo.

Por costumbre, también por gusto, y también como estrategia de aprendizaje y de reflexión -  que además tiene una larga tradición-  creo que siempre es bueno estar atentos a lo que las palabras dicen y sin embargo no escuchamos en la primera vuelta – ¡sólo en balotaje!- . Y así me empezó a rondar esta pregunta: ¿Y qué hay en las inmediaciones, a la salida del infierno?* 

Por un tiempo me dio vuelta efectivamente la pregunta, y un tiempo después, una vez que pude ampliar la mirada respecto a lo que “el infierno” podía ser, me vino a la vista una cuestión evidente, una  imagen conocida, clásica incluso: a la salida del infierno, está el Cancerbero, como sabe cualquiera que escuchó algo de mitología griega, no tanto erudita, sino simplemente las versiones de esta que subsisten en el imaginario popular aun hoy con mucha fuerza. El Hades, a cuya puerta está el perro de muchas cabezas, no es estrictamente el infierno, sino el reino de los muertos. Pero en la concepción generalizada, es más o menos lo mismo (y esta identificación de muerte e infierno, y lo que implica en relación a la tierra de los vivos, es también significativa para lo que quiero compartir). Ahí, en todo caso en esa puerta del hades-infierno,  el Cancerbero, además de estar, tiene una función tan significativa como simple: cuidar que nadie salga. Vigilar la salida y ladrarle – con sus varias cabezas y sus muchos dientes- a quien quisiera salir. Y atacarlo también (no queda claro, y es para pensarlo en todo caso, qué clase de miedo a una mordida podría tenerle un muerto o un condenado: quizás sea significativo pensarlo en relación a lo que quisiera compartir con estas líneas).


Teniendo en cuenta todo esto,  un poco después, compartiendo reflexiones y espacios formativos sobre la historia reciente y las vivencias actuales, se me ocurrió que “el infierno” podía ser otra cosa, además de la catástrofe del  2001. Que podía ser, también el lugar (llego el caso el tiempo, en todo caso la situación) de ausencia de la política.

La teología cristiana  señala con bastante precisión, mas allá de unas cuantas zonceras  que luego se han dicho al respecto, que el infierno es la ausencia de dios. Ahora, la interpretación de esto no vale la pena que sea la religiosa oficial vulgar. Más bien, pensar las definiciones serias de “dios” tanto en el pensamiento de los pueblos como una  parte de los teólogos: Dios es el lugar donde el hombre piensa sus problemas decisivos.

Así, la ausencia de ese lugar o, dicho de otra manera, el exilio de ese lugar sería el infierno.

Como el Angelus Novus, el  ángel de la historia  de Benjamin, entonces, el Cancerbero cambia de dirección su mirada y su posición. Está, sí, en la puerta del infierno, cuidando que nadie salga. Evitando que alguien salga.  Entonces, no está en la puerta mirando hacia afuera. Mira y vigila hacia adentro, cuidando el camino o los caminos (por eso tendrás varias cabezas, después de todo) que llevan allí donde se pueden pensar los problemas decisivos.

Puesto en otro registro del discurso y los planteos de NK, todos sabemos que un clivaje fundamental de estos era el del retorno de – o a la – política. Lugar donde pensamos nuestros problemas decisivos. Nuestras decisiones propiamente dichas. Dicho esto, quedan el cancerbero  y sus cabezas, su feroz vigilia, sus muchos ojos, sus tensos  y desvelados músculos siempre listos, vigilando el camino de la politización, el camino que lleva a la política.

¿De qué están hechos los lugares? Dicho todo lo anterior, creo que no es difícil plantearse que infierno, política, puertas y caminos, están hechos de la materia de las conversaciones. Que es la materia de la que están hechos los pensamientos.  El infierno sucede en las conversaciones. Los cancerberos son cancerberos conversacionales: formas de la conversación que encierran la palabra y el diálogo, las discusiones y la interrogación, el pensamiento en un lugar que no es pequeño. Que incluso puede no ser un encierro. Pero que tiene una característica fundamental: los caminos que desde ese lugar llevan a poder pensar políticamente, pensar política, están crudamente vigilados.
Ubicar estos cancerberos  en las formas que adquieren en la conversación, sus fieros y múltiples rostros, su fino olfato, sus ladridos atemorizantes, es una tarea político-pedagógica fundamental.

El infierno, la política y el guardián son realidades conversacionales. Los modos de distraerlo, esquivarlo o incluso vencerlo, también.

Néstor Borri


* Este texto remite a uno anterior, con el mismo tema y motivado por similares inquietudes. Están en este link y los 4 siguientes: http://tripaletra.blogspot.com/2009/11/cancerberos-conversacionales-los.html

Ilustración de Pablo Lobato.

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