22 mayo 2011

Fifty-fifty, hoy

Alcances y desafíos para llegar al 50 y 50 entre capital y trabajo

Desde el 2003 se produjo una recuperación significativa del salario en la participación de la riqueza. Sin embargo, desde hace cuatro años se entró en un estancamiento que requiere de nuevas políticas para recobrar el impulso.
Alcanzar el fifty-fifty en la distribución de la riqueza entre el trabajo y el capital se ha convertido en una aspiración compartida del Gobierno y del movimiento obrero. Lo sostiene frecuentemente la Presidenta Cristina Fernández cada vez que hace alusión a la redistribución del ingreso y fue una de los reclamos de Hugo Moyano en acto de la 9 de Julio del pasado 29 de abril. Más allá de los deseos y reclamos, resulta fundamental indagar cuál es el actual estado de situación y analizar las perspectivas a futuro que permitan pensar que ese ansiado reparto pueda o no ser posible.

Dos centros de estudios enfocados a la investigación de la evolución de la distribución del ingreso coinciden en que el reparto entre trabajo y capital ronda el 40% y el 60%, respectivamente, y que desde la llegada del kirchnerismo a la fecha se ha producido una recuperación del ingreso de los trabajadores. Según el Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Ceped) de la Universidad de Buenos Aires, la evolución de la apropiación de la masa salarial desde el 2003 al 2009 fue del 29,3% al 41,2% del PBI. En tanto que para el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) la progresión fue del 31,3% en 2003 al 39,5% en 2010 (ver cuadro). Los índices actuales son coincidentes a los de los primeros años de la Convertibilidad, antes de los estragos sociales que provocaría a nivel local la crisis del Efecto Tequila. De todos modos, ambas instituciones coinciden en señalar que hasta la última crisis financiera mundial, la recuperación se dio de manera acelerada y que desde entonces entró en una etapa de amesetamiento que perdura hasta la actualidad. Otro de los aspectos que remarcan desde ambos centros es la dificultad metodológica para la investigación, a partir de la falta de transparencia de los datos del Índice de Precios al Consumidor (IPC) provenientes del Indec. “Desafortunadamente, debemosguitarrear en este tema por la decisión oficial de destruir el sistema estadístico argentino”, sostiene el economista Javier Lindenboim, investigador principal del Ceped. Para superar esta dificultad, el Cifra decidió desde hace unos años tomar los datos provenientes del IPC de siete provincias que mantienen la misma metodología anterior a la intervención del Indec a nivel nacional.

Recuperación y estancamiento. “Indudablemente, entre 2003 y 2006 se produjo una recuperación de la participación de los salarios en el producto, fomentado fundamentalmente por dos factores: el aumento de la ocupación y la recuperación de la capacidad de compra de los salarios”, afirma Lindenboim. Nicolás Arceo, de Cifra, coincide con su colega con respecto a las causantes de la recuperación de la participación del salario en el producto y señala que los factores que a su entender provocaron un amesetamiento desde 2007 tienen que ver con “un estancamiento del nivel del empleo” y de las remuneraciones del conjunto de la población ocupada”. Agrega que “en un contexto de aceleración del proceso inflacionario, los únicos que obtienen salarios nominales por encima de la inflación son los que están protegidos por la estructura sindical. El resto de los trabajadores –es decir, los no registrados que alcanzan al 35% del total– no tienen posibilidad de que sus remuneraciones nominales ya no sólo vayan al mismo nivel de la inflación, sino que además pierden en términos reales”. Leandro Serino, de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Economía, no coincide con sus colegas. “Algunos datos del Ministerio de Economía señalan que las perspectivas para el 2010 y 2011 son de mejora en el nivel de la distribución”, asegura. “Yo diría que hay un menor ritmo de mejora. Al principio se mejoró mucho porque se venía desde muy abajo. Siempre que la base es muy baja se mejora muchísimo. Pienso que entramos en la etapa de los cambios marginales en la que modificar los índices cuesta mucho más”, sostiene.

Políticas activas. La creación del Pacto Económico y Social aparece desde el ámbito oficial como una iniciativa que podría arrimar a un reparto en mitades iguales entre capital y trabajo. Serino cree que un acuerdo de ese tipo puede contribuir “en la medida que se establezca que los precios aumenten menos que los salarios”. Para Lindenboim, por sí mismo no garantiza nada, sino que depende del contenido que se le dé al acuerdo. “Para que un Paco Social ayude al aumento de la participación del salario en el ingreso, es fundamental que se incluya en la discusión cómo se organiza de manera racional la apropiación del aumento de la productividad de la economía que ha sido tan significativa en los últimos años”, afirma. Desde su óptica, es escéptico que en una mesa de diálogo se planteen estas cuestiones. “En los ocho años que lleva funcionando el Consejo del Salario, la Productividad y el Empleo, nunca se planteó este tema como cometido. Por eso creo que el Pacto Social como título periodístico es bárbaro pero no le veo uñas de guitarrero a ninguna de las tres patas: el Estado, los empresarios y los representantes gremiales”, afirma. Más allá de la eficacia de este tipo de iniciativas, los especialistas consultados creen que se requiere de acciones complementarias y más de fondo para recobrar la senda de la recuperación. Arceo sostiene que el crecimiento de la actividad industrial fue clave para la recuperación salarial y de puestos de trabajo. Por lo tanto, plantea que de acá en adelante “la discusión central es cómo se dota de ventajas comparativas que vayan más allá de un tipo de cambio competitivo a este sector, que es clave en la generación de empleos. Cómo Argentina garantiza un crecimiento industrial sostenido que no dependa sólo de la paridad cambiaria. La producción industrial es un sector determinante en la generación de puestos de trabajo, por su importancia directa e indirecta, ya que tracciona a los sectores productores de servicios”, asegura. Para Serino, en la actualidad hay un crecimiento sostenido de los salarios pero no así del empleo, la otra pata que permitió la recuperación en los primeros años kirchneristas. Por lo tanto, considera que una iniciativa oficial potable sería la de aumentar el empleo público. “Una de las cosas que refleja una mejora en la distribución del ingreso es la mejora del empleo en el sector público. La distribución funcional tiende a ser mucho más desigual cuando se analiza el sector privado. Así que el empleo público me parece que cumple una función de mejorar la distribución del ingreso”. Con todo, coinciden que el actual modelo productivo ofrece margen suficiente para aumentar la participación del salario en el producto. “Hay posibilidades reales de alcanzar una mejora estructural distributiva. Más aun en un contexto de persistencia de tasas de rentabilidad entre las grandes empresas que duplican a las que se verificaban durante la Convertibilidad”, asegura Arceo. En tanto que Serino redobla la apuesta y sostiene que “quizás hay que ir más que al 50 y 50. Siempre que sea compatible con una mejora de la cantidad de bienes que se produce y al crecimiento de la economía, iría por más. Sería una forma de garantizar una mejora estructural en los niveles de equidad”, remata.

Fuente: http://sur.elargentino.com/notas/alcances-y-desafios-para-llegar-al-50-y-50-entre-capital-y-trabajo

18 mayo 2011

Estos mapas

Este sitio se llama MAPAS.
Nuestra estrategia de formación política se llama MAPAS.
Estos rostros , sus arrugas, son un MAPA.
A veces los MAPAS están dibujados sobre una BRUJULA.
NB



( las fotos son del acto a 10 años de la Causa Noble. Fuente: http://www.facebook.com/media/set/?set=a.172553282803490.43800.100001464577422)

La relación capital/trabajo recupera su dimensión política.

 
 
 
Eduardo Lucita*


Todos los datos disponibles -nivel de actividad, tasa de empleo, masa salarial- permiten
confirmar que el trabajo, aún fragmentado y sin la densidad de otros tiempos, ha vuelto a
ser el centro organizador de la vida social.

Atrás han quedado las tesis del fin de la sociedad del trabajo, de la des-salarización, incluso
esa visión muy posmoderna de que las clases sociales son más un mito urbano que una
realidad. Es cierto, el peso de la clase trabajadora en la sociedad –según como se lo mida-
es menor que en otras épocas, pero no es menos cierto que viene recuperando espacios
a un ritmo que se ha acelerado en los últimos años. Precisamente el notable crecimiento
económico de los últimos ocho años y su impacto en el nivel de actividad y el empleo han
recolocado la centralidad del trabajo en nuestra sociedad.

El capital productivo
Cuando el proceso de acumulación de capitales es hegemonizado por el capital financiero –
como sucedió en Argentina particularmente en los ’90- la relación capital/trabajo tiende a
desdibujarse, a desaparecer del centro de la escena. Por el contrario cuando esa hegemonía
es llevada adelante por el capital productivo, esa relación recupera visibilidad.

El caso de nuestro país es interesante de analizar. El bloque de las clases dominantes es el
mismo que en los ’90, esas fracciones se consolidaron en esa década y como contrapartida
no hay otra fracción que intente terciar en ese bloque, como sí lo hacía hasta mediados de
los ’70 del siglo pasado.

No se trata de que no haya fracciones de capital nacional interesadas, lo que sucede
es que no tienen fuerza social y política como para disputar la orientación del proceso
de acumulación. Esta es tal vez una de las restricciones más importantes con que se
encuentra el kirchnerismo para desenvolver su modelo neodesarrollista. Sin embargo el
bloque de clases es el mismo pero el orden interno, a partir de la devaluación del 2002, ha
cambiado. El comando ya no está más en manos del capital financiero y las empresas de
servicios públicos privatizadas, sino del capital productivo (agrario e industrial) y esto es
determinante en relación al mundo del trabajo.

En este contexto conviene revisar algunos datos empíricos:

Recomposición física
La Población Económicamente Activa (PEA) es hoy de 16.5 millones de personas,
descontando una tasa de desocupación (con planes) del 8 por ciento, los ocupados llegan
a 15.2 millones, de estos 3.1 millón trabajan en el sector público y 12.1 en el privado.
Si se descuentan unos 2.6 millones de empleadores, cuentapropistas y trabajo familiar,
los asalariados llegan a 9.5 millones de estos 1.1 revisten como personal del servicio
doméstico (con muy alto porcentaje de no registrados, en negro).

Así los trabajadores del sector privado en empresas alcanzan a los 8.4 millones, sumados a
los del sector público llegan a los 11.5 millones, de estos el 74 por ciento está registrado (en
blanco).

Cualquier comparación que se haga de la actualidad con los datos equivalentes de la década
del ’90 sale gananciosa. Solo a título de ejemplo los trabajadores metalúrgicos que en
los ‘90 se habían reducido a unos 70.000 son ahora más de 280.000, los de la industria del
neumático pasaron en igual lapso de 800 a 1.600, es cierto que estas dos ramas fueron de
las más golpeadas en el período neoliberal, pero el fenómeno con distinta intensidad replica
en otras ramas y subramas.

Sin embargo la tasa del trabajo no registrado sigue siendo elevada, 26 por ciento de la PEA
(unos 4.0 millones) si le sumamos a estos los cuentapropistas forzados (trabajadores que
facturan) y los desocupados, llegamos a que un 36 por ciento de la PEA (unos 6.0 millones
de trabajadores) no tienen derechos laborales plenos.

Sin entrar a considerar esa calidad del empleo, es innegable que creció muy fuerte en
varios años del ciclo expansivo, pero en la actualidad la capacidad productiva instalada
está prácticamente colmada, por lo que sin un fuerte impulso a la inversión reproductiva la
creación de empleo es muy baja, sino está estancada.

Organización sindical
Según un estudio del MTySS del 2005, el porcentaje de afiliados actuales alcanza en el
sector privado al 37 por ciento (trabajos posteriores hablan ya de un 42 por ciento) y el
porcentaje es mayor en el sector público, lo que daría un porcentual total superior al 60 por
ciento. Una de las membresías sindicales más altas del mundo.

Las Comisiones Internas y los Cuerpos de Delegados, la base de la organización sindical,
constituyen una conquista histórica de los trabajadores del país, que ninguna dictadura pudo
borrar. Es la organización en los lugares de trabajo, allí donde la relación capital/trabajo es
mucho más cristalina y no aparece mediada por los aparatos del Estado o por las estructuras
burocratizadas de las direcciones tradicionales. Sin embargo el referido estudio del MTySS
da cuenta que en solo el 12.4 por ciento de las empresas hay delegados elegidos (análisis
posteriores elevarían este porcentual al 15 por ciento). Se trata de un promedio, la tasa
crece a medida que crece el tamaño de los establecimientos, así en empresas que ocupan
a más de 200 trabajadores hay delegados en el 52.5 por ciento de ellas. Es conocido que
históricamente los grandes conflictos sindicales surgen de los establecimientos o zonas que
muestran una mayor concentración de trabajadores.

Convenciones Colectivas
Unos 5.800.000 trabajadores están encuadrados en Convenios Colectivos, lo que abarca
al 67 por ciento de los trabajadores registrados. Comparativamente el alcance de los
convenios colectivos en nuestro país es muy superior al del resto de América latina.

Un trabajo del economista Guillermo Gigliani: “La política económica en la primera década

del siglo”, Anuario EDI 5, septiembre 2010, muestra que la evolución del salario real
promedio de la economía argentina, luego de siete años de paritarias, ya supera el nivel
alcanzado en el año 1997. Sin embargo “…esta evolución no es homogénea. En el sector
formal – y particularmente en la industria- el ingreso de los asalariados ha logrado superar
los valores máximos de los noventa”. Tal conquista el autor la vincula con la capacidad
de lucha de los trabajadores organizados, y continúa “Sin embargo el mercado de trabajo
mantiene la fragmentación impuesta por el menemismo, ya que los trabajadores del sector
público –particularmente los provinciales- y los informales no han logrado recuperar los
niveles previos al 2001.” Debe agregarse que las Convenciones Colectivas han mejorado
sustancialmente los salarios de los trabajadores formales pero poco las condiciones de
trabajo de esos mismo trabajadores. Por otra parte la desigualdad social se mantiene: el 10
por ciento más rico se apropia del 28.7 de la riqueza, mientras que el 10 por ciento más
pobre solo recibe el 1.8.

Recambio generacional

Datos provenientes de distintas fuentes afirman que en las grandes fábricas y lugares de
trabajo se está verificando un fuerte recambio generacional, que también alcanzaría al
sector público. Esto constituye así una segunda oleada de recambio, la primera se verificó
desde mediados y fines del período alfonsinista. La diferencia entre ambas oleadas es
que la primera encontró en los lugares de trabajo resabios de la memoria histórica que le
permitió a los jóvenes anoticiarse del pasado de luchas y organización sindical. Los jóvenes
trabajadores de la actualidad -para muchos de ellos se trata de su primer trabajo formal- no
encuentran esa referencia. Resultan así un cuerpo colectivo casi virgen, donde esta todo
por ganar, también constituyen un campo de disputa entre las diferentes corrientes político-
sindicales que se expresan cada vez con mayor intensidad en los ámbitos laborales.

En este contexto delimitado por un fuerte crecimiento del número de asalariados, un
recambio generacional que acompaña este crecimiento sin demasiados conocimientos de
derechos y prácticas sindicales, una recuperación de la organización sindical y atisbos de
politización, es válido preguntarse ¿Qué subjetividad se está hoy construyendo en el mundo
del trabajo?

Arriesgando una caracterización puede pensarse que estamos en presencia de conciencia
proletaria –en el sentido más amplio del término- en transición y cuyo futuro está en
disputa. Esta disputa se da en un escenario donde el trabajo ha recuperado –si es que alguna
vez la hubo perdido- su centralidad en nuestra sociedad capitalista. Y no es este un dato
menor para quienes aspiran a transformar radicalmente las estructuras de dominación en
nuestra sociedad.

* integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.

17 mayo 2011

Modos de ver

No se entiende el funcionamiento del poder- hoy mucho menos- si no se entiende el funcionamiento de las imágenes. No se libera la imaginación si no se ubica la cuestión de las imágenes. La serie "Modos de ver recorre" esto de una manera profunda y provocadora. Con la autoria de John Berger, tiene un correlato en un libro que se puede bajar en este enlace. Vale la pena acercarse a esto, con gusto y placer, porque contiene vias de entrada a reflexiones que, por los canales habituales, no logramos hacer facilmente. Link: http://www.taringa.net/posts/arte/9538158/Modos-De-Ver-de-John-Berger-_PDF_-_Mediafire_.html

01 mayo 2011

Workers



A lo largo de todo el mes de mayo, fotografías del monumental ensayo fotográfico de Sebastiao Salgado (http://amazonasimages.com ,sitio web oficial de Sebastião Salgado), "Workers"
Que comienza como debe comenzar en un 1 de mayo.

20 abril 2011

Marchas cotidianas y desafíos de creación

Un acercamiento a la cuestión de las políticas públicas:

al rescate de la “carne” política de un tema en el centro de la agenda (parte 5 de 5) [1]

Néstor Borri *

5. Desde otros marcos de interpretación, otros desafíos de creación

La etapa actual invita también a pensar cómo lo que generó las grandes oleadas de participación democrática no fueron sólo las propuestas de organizarse y politizarse, sino que fueron las propuestas de políticas públicas que fueron al nudo existencial de la vida cotidiana. A las grandes masas de los años ’40 y ’50, las movilizó: primero, la participación que venía de los años anteriores; la acción de Perón desde la Secretaría de Trabajo; y eso se catalizó, 17 de octubre de por medio – movilización que, a la distancia y con todas las salvedades del caso, puede verse como afirmación y defensa de unos lineamientos muy precisos y abarcativos de políticas publicas– y luego en la compleja experiencia política, cultural e identitaria del peronismo.

Si hay algo que Perón tuvo, fue ver el estado real de los sectores populares en su momento y responder con una política pública que se plasmó como política global en torno al 17 de octubre y lo que de él devino.

Puestos en perspectiva: ¿Qué significaría pensar hoy, por ejemplo, a la Asignación Universal por Hijo como un equivalente de las mejores políticas sociales del peronismo? ¿Qué hay que hacer ahí para construir actores sociales y protagonismo popular, con ese ánimo y ese horizonte, desde esa política pública como escenario y como andamio? ¿Cómo traducir en inclusión política esa y otras políticas de inclusión?

Entre estos despejes (de la tecnocracia, de la despolitización, del "noventismo" sagazmente persistente, del miedo o el ataque al estado) y estos interrogantes (la felicidad de las mayorías, la historicidad desafiante, la inclusión política) nos toca decidir, crear, pensar y reasumirnos con la carne política y el talante público de las políticas publicas.


[1] El presente texto es la ampliación y desarrollo de una intervención realizada en un encuentro de formación política para jóvenes en el marco del ciclo Memoria, Derechos Humanos y Prácticas Políticas llevado adelante por el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos La Perla (Córdoba), el Centro Nueva Tierra y la iniciativa Cátedras Populares del Ministerio de Desarrollo de la Nación.

* Centro Mapas pedagogía/política www.mapas.org.ar nestorborri@gmail.com-

13 abril 2011

Las políticas públicas desde la experiencia política de las mayorías: implicación, acción, creación

Un acercamiento a la cuestión de las políticas públicas: al rescate de la “carne” política de un tema en el centro de la agenda (parte 4 de 5) [1]

Néstor Borri *

4. La experiencia política de los sectores populares y las políticas públicas

Para pensar la política pública en clave de felicidad hay que tener presente que, en este país, y en esta historia nuestra, la felicidad colectiva estuvo hecha, histórica y básicamente, de dos materiales: trabajo y Estado. Lo que hay que pensar es cómo históricamente los sectores populares, las mayorías en Argentina, se constituyeron, se movilizaron, se activaron en términos de reivindicaciones y también de propuestas y de decisiones para imaginar que podían hacer y disputar su felicidad colectiva, en torno a estas dos cuestiones.

Entonces, la capacidad de movilización de los sectores populares aparece en el lugar de, o en todo caso en tensión con las decisiones “meramente” técnicas.

En el momento en que pasamos de pensar de derechos y reivindicaciones a concreciones políticas tenemos que pensar en movilización. Pensemos en la movilización clásica, callejera –la más habitual– y las movilizaciones extraordinarias –como podría ser el 17 de octubre del ’45–. Pero también pensemos en otra manera más compleja. Pensemos de dónde parten esas movilizaciones y a dónde llegan. O sea: el movimiento sigue después de la plaza y viene de antes. Y pensamos las múltiples movilizaciones, todo lo que se mueve, se lleva y se trae, como demanda, como pregunta, como reclamo, como propuesta, como fuerza puesta en diferentes espacios, con variadas estrategias, con escalas diversas; para ir constituyendo una idea legítima de felicidad, y las posibilidad de disputar los recursos materiales y simbólicos que la sostienen.

Hay una cosa más para agregar. Porque esto que es la historia de nuestro país, puede ser también un mapa, un esquema en el cual leer la política pública. Desde la perspectiva de la acción es interesante ver que la política pública no es una cosa donde los actores que “ya están” definidos y constituidos, van y demandan. Por el contrario, ver cómo, en el seno de las políticas públicas, se generan esas cosas, los modos de demandarla pero, además, los mismos actores se constituyen en tanto tales... No se trata solamente de que en la política pública se asignen recursos, sino que cuando estos se asignan, se generan actores que a su vez los redefinen.

Entonces, nos preguntarnos: ¿en qué medida las políticas públicas de hoy generan actores con capacidad de disputa, de encaminar, de desbalancear los rumbos del país?

¿Para qué plantearnos estas preguntas? Para salir de un esquema que es interesante pero puede ser tramposo: en general, se nos dice que lo que la sociedad debe hacer es “incidir en las políticas públicas”… ¿Cuál es el problema de la incidencia? Primero, que justamente, define la dinámica como una cuestión incidental o acota los procesos a una idea deshistorizada de las demandas. Pero algo más peligroso que funciona en la propuesta de “incidencia” –tan cara a ONGs, a ciertos sectores de la academia y, en fin, al mercado– es que, sutil pero contundentemente, plantea una exterioridad de los actores respecto a la política. Desdibuja la posibilidad de involucrarse. En contraste, lo que proponemos es la idea de implicación en políticas públicas: la idea de estar y reconocerse adentro, de ser protagonistas de las mismas.

Junto con “incidencia”, la fórmula, completa suele ser más o menos así: “Para tener política pública participativa hay que generar incidencia. Y para generar incidencia hay que tener una ciudadanía activa.”

Lo interesante, y desafiante, es que acá también, en esta definición tan “amigable” de ciudadano activo, se repite algo de la exterioridad del sujeto y de la política: ser ciudadano activo es siempre ser el ciudadano que demanda al Estado desde fuera y, casi siempre, viéndolo como enemigo o, en el mejor de los casos, como un obstáculo a su realización. Desde afuera, y en lo posible, en contra. Lo interesante es que esos sujetos que hicieron del 17 de octubre su legado, decidieron que no iban a ser ciudadanos políticamente activos, sino que iban a ejercer la ciudadanía política pasiva que es ser sujetos políticos y conducir el Estado, ser elegidos por otros. Asumir la conducción del Estado e involucrarse en la conducción del conjunto de la sociedad desde un movimiento político es un modo radicalmente diferente de comprender la dinámica, donde, si acaso podemos seguir hablando de incidencia –quizás se puede– se hace en términos totalmente diferentes.

Y aquí vuelve a ser interesante pensar la política pública desde nuestras zapatillas, pero vislumbrar ahora dónde nos van a llevar estas zapatillas de acá a unos años. A nosotros mismos y a otros compañeros nuestros, a grandes sectores sociales que se reencuentran, desde diferentes lugares, con el Estado desde otra posición que no es la de enemigo, y desde otro lugar que no es el de la “exterioridad”. Ni siquiera desde la “demanda”, sino desde la creación.

Y así, plantear una manera de reivindicar, de demandar, de actuar, donde el Estado no esta “del otro lado”. No sólo porque no lo vemos como obstáculo o enemigo, sino porque los “lados”, las líneas demarcatorias que nos importan, son otras.

Asumir no una “incidencia” sino también y sobre todo la posibilidad, la oportunidad, el desafío y la exigencia de hacer las políticas públicas, por lo tanto politizarse y, muy específicamente, conducir el Estado. Un Estado que además hay que reconstruir y en muchos casos volver a plantear casi desde cero.

¿Qué significa? ¿Qué nosotros vamos a ser presidentes, ministros o diputados? No necesariamente, pero… ¿por qué no? Significa que nos podemos implicar de tal manera que y nos tenemos que imaginar que somos los que nos movilizamos reivindicando, pero también somos los que construimos el poder para en el estado, con el estado. Construyendo la acción política del estado que decide asignar recursos a los sectores populares. Poder ponernos también del otro lado de ese mostrador real e imaginario que durante años el neoliberalismo construyó como una frontera frente a lo corrupto o en todo caso lo ajeno, lo que debían asumir otros, fueran dictadores, fueran “políticos profesionales”, fueran “los corruptos de siempre”, “el aparato”. Esto implica romper esa línea-mostrador y considerar que el otro lado del mostrador también es nuestro. Y que no se trata de un mostrador sino de una frontera política que hay que atravesar en un viaje de construcción de poder popular Puede ser nuestro. Y sobre todo, que ha sido efectivamente nuestro: es la experiencia singular de los sectores populares de nuestro país, que cuaja en torno al largo trayecto del peronismo.

Estamos ante el desafío de poder pensar las políticas públicas no sólo como algo que exigimos y reivindicamos, sino como algo que nosotros como miembros del colectivo politizado podemos hacernos del Estado. Esto implica ser militantes o comprometerse en movimientos y organizaciones sociales, pero también (y es algo que nos cuesta) involucrarnos partidariamente y ponernos del lado de los que ejercen el poder, de manera real, y no de los que sólo reclaman o demandan. Cambiar nuestra posición relativa respecto de lo que es el poder y ver el lado de adentro ejerciéndolo.

Esto supone poder asumir las políticas públicas como una construcción colectiva que no se piensa desde ese mapa mental que nos han enseñado donde de un lado está el Estado y del otro están los movimientos sociales, la sociedad civil y lo que se suele llamar “la gente”. Ese esquema que, de manera a veces sutil y a veces brutal, nos niega la política. Esquema con sus versiones de izquierda que básicamente dice: “acá están los movimientos sociales que son buenos, acá está el Estado al que le pido, y acá están los partidos que nos traicionan”. Ese esquema no nos sirve a nosotros. Pero, más que declararlo, podemos decir que en la experiencia concreta de la Argentina, en nuestra historia, objetivamente, hay otra vivencia de otro camino y otros resultados, muy contundentes, de esa experiencia. Y podemos argumentar fuerte que esa larga y ancha experiencia tuvo todos los problemas que tuvo, justamente porque hizo carne en las mayorías, para las mayorías, una vivencia de felicidad colectiva que está marcada a fuego en la memoria colectiva de los sectores populares.


[1] El presente texto es la ampliación y desarrollo de una intervención realizada en un encuentro de formación política para jóvenes en el marco del ciclo Memoria, Derechos Humanos y Prácticas Políticas llevado adelante por el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos La Perla (Córdoba), el Centro Nueva Tierra y la iniciativa Cátedras Populares del Ministerio de Desarrollo de la Nación.

* Centro Mapas pedagogía/política www.mapas.org.ar nestorborri@gmail.com-

06 abril 2011

¿Desde qué zapatos?

Un acercamiento a la cuestión de las políticas públicas: al rescate de la “carne” política de un tema en el centro de la agenda (parte 3 de 5) [1]

Néstor Borri *

3. Desde qué zapatos reflexionar

Si queremos comprometernos políticamente, y efectivamente pensar en clave política y pública las políticas publicas, hay que sacar la cuestión de sus definiciones técnicas y mercantiles por un lado. Y, al mismo tiempo, ponernos en los “zapatos de los otros”, de la población en general. Ver las realidades desde sus vidas, sus trayectorias. ¿Por qué? Porque los “militantes” somos gente rara y somos pocos. Y muchas veces tenemos la fantasía de que el mundo está hecho gente que ve las cosas como nosotros. Y, además, suponemos que eso es lo ideal. Sin embargo, en primer lugar, eso no es posible; y, en segundo lugar, si se concretara sería, sino una pesadilla, acaso algo bastante poco ideal. Pensamos política y políticas públicas para y desde el conjunto de la ciudadanía, y muy especialmente desde la perspectiva de las organizaciones populares. Y no desde los pequeños círculos de convencimiento, de lucidez o de ideología en los que fácilmente quedamos encerrados y, a veces, presos. Lo mismo pasa muchas veces en las organizaciones sociales: las organizaciones son y serán siempre una parte, incluso pequeña, de la sociedad. Si pensamos una sociedad donde todos “participan en organizaciones”, erramos. Eso no va a suceder. Y no tiene por qué suceder ni necesariamente es “bueno” o “bello” que suceda. Una cosa es tener pertenencia colectiva, otra muy diferente “participar en organizaciones”

Todo esto va a cuenta de ubicar un horizonte y un lugar ético y de conocimiento para pensar las políticas públicas. En el sentido de asumir que las personas quieren vivir, no tienen necesariamente ideas y convicciones formuladas en los términos excepcionales, no habituales, en que solemos formularlas.

Entonces, más vale asumirse como una minoría, una parte que tiene una responsabilidad para con una mayoría que piensa en su felicidad. El tema es que nosotros tenemos la oportunidad, el desafío y también la exigencia de pensar la felicidad colectiva, la trama de decisiones políticas y especialmente estatales que la sostiene, en este momento de la historia.

Una vez que estamos ante las políticas públicas como haces, como manojos, abanicos, conjuntos, secuencias, tramas de decisiones por las cuales el Estado, respondiendo a demandas sociales, asigna recursos (financieros, materiales, institucionales, organizativos y simbólicos) a los actores y sectores de la sociedad; y una vez que reconocemos nuestro lugar ético y político respecto a las mayorías populares;podemos abrir preguntas con mejor perspectiva.

¿Qué actores y sectores de la sociedad formulan las demandas? ¿Cuál es la clave política para formular eso? Hay una cosa cognitiva, podemos decir epistemológica que se plantea acá: que no hay sociedad de por sí, sino que lo que efectivamente hay es pelea y disputa para definir qué es la sociedad y cuáles demandas pueden ser consideradas legítimas. Entonces, la felicidad misma queda conflictuada por distintas definiciones de sectores sociales, con múltiples disputas de recursos materiales y simbólicos que la sostiene. Ése sería un círculo para pensar.

[1] El presente texto es la ampliación y desarrollo de una intervención realizada en un encuentro de formación política para jóvenes en el marco del ciclo Memoria, Derechos Humanos y Prácticas Políticas llevado adelante por el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos La Perla (Córdoba), el Centro Nueva Tierra y la iniciativa Cátedras Populares del Ministerio de Desarrollo de la Nación.

* Centro Mapas pedagogía/política www.mapas.org.ar nestorborri@gmail.com-

23 marzo 2011

Cada vez que sonríen


Néstor Borri 



Sonrien, los tres, cada vez
que alguien dice
"un gobierno no puede tomar la bandera de los derechos humanos"

Sonríen siempre que se dice eso.
Y no es casualidad que sean estos tres.

Siempre.
Porque si acaso quien lo dice tiene razón, si acierta, es que habrían logrado su objetivo en los hechos.
Y si la realidad desmiente a quien dice eso, también sonríen: porque saben que han hecho carne sus objetivos en un modo de ver subjetivo generalizado. Han logrado que eso se crea, naturalizando la creencia.

Y lo mismo vale , para
"la política es sucia"
"los gremialistas son todos corruptos"
 el estado no sirve"
y para tantas otras.

Hay muchos pasos dados, para que estos tres dejen de sonreir.

Pero: siguen teniendo , aun, con todos los pasos dados, motivos para sonreir.Y proveedores de sonrisas.

Y nuestra alegría tendrá - ojala- la consistencia que sólo la conciencia de la sonrisa de estos  le puede dar. Si no..la banalidad la va a amenazar. Por que la banalidad, y la banalidad de la alegria, es quizas el eje central de la hegemonía de aquellos que continuan la obra de esta trinidad sonriente.

Y acá acaba la reflexión y acaso empieza la tarea.
Cualquiera que diga lo de mas arriba, y todas sus variantes, tiene que saber - y tenemos que acompañar a que comprenda-  que, no importando si tiene razón o no, esta generando esas sonrisas. La sonrisa de estos tres.

Hay mucho hecho. Pero tambien mucho por hacer.
La celebración de los logros vale en si misma. Con todos sus límites. Por los límites mismos s que hay que celebrarlos. Y lo vamos a hacer.

Pero esa celebración puede ser tambien alimento para una tarea en la que todavia tenemos mucho por andar.