24 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 8/10


Respecto de ciertos intelectuales que ven una impostura en el kirchnerismo, ¿sobre que puntos se asienta el discurso del kirchnerismo como impostura y que piensa al respecto?
Evidentemente hay varios Kirchner. Kirchner fue un político surgido de una fuerza política tradicional que pasó dos décadas haciendo política en la provincia de Santa Cruz. Una provincia poco poblada aunque con una capacidad económica muy fuerte, de diversos intereses políticos. De una vida cotidiana dedicada a la abogacía y también a ciertas preocupaciones empresariales. Un político de un cuño que podría ser pensado en términos muy tradicionales del Partido Justicialista. Pero había diferencias, había tenido una militancia de ciertas latencias, que se ponen en juego en oportunidad de asumir la Presidencia, o quizás un poco antes y que había señales de que esas latencias estaban presentes. El apoyo muy fuerte que recibe Kirchner cuando lanza su política de derechos humanos es también criticado. Creo que esta crítica comienza incluso con un artículo de Beatriz Sarlo en el que sugiere un argumento, que es tomado como consigna opositora en general, en relación a que se trata de un matrimonio de impostores, que se dedican al comercio de hotelería usufructuando a su favor la política de derechos humanos. Esta es una versión muy pobre de la vida política de cualquiera. Evidentemente Kirchner tenía una profundidad sobre la cual él no teorizó ni tenía por qué hacerlo, sometido como todos a los distintos momentos y coyunturas muy dramáticas del país. De modo que basta pensar en la vida política de uno para hacer bastante más comprensible el modo en que un político desconocido en la gran ciudad, y no muy conocido fuera de la suya, Rio Gallegos, podía ubicarse en los términos del zigzag permanente que era la Argentina. En mi caso, en los ´90, sin responsabilidades políticas, como un profesor universitario estuve absolutamente en contra [del menemismo] y no me costó nada, pero en el caso de la carrera política de Kirchner le costó más. Era antimenemista y lo era más bien bajo el modo de una cierta tensión que suponía la actuación en un grupo que era el suyo en el sur, donde no eran antimenemistas pero no se enfrentaron explícitamente con Menem. Es fácil comprender el caso de Kirchner porque en todas las literaturas mundiales, políticas, laicas, religiosas, está el caso de la transformación personal. Un momento en que alguien produce una reflexión en su conciencia que -los ingleses tienen una expresión para esto, el twice born, segundo nacimiento-, lo hace surgir otra vez con un emblema y otra bandera que estaba en un plano más sumergido. Lo cual lo hace a él un personaje más interesante, no menos interesante, a diferencia de lo que supone Beatriz Sarlo, que no quiero juzgarla por esos artículos porque es alguien que estudia con mucha atención la evolución de la vida política argentina y por eso la discusión con ella tiene que ser profunda, meditada y muy argumentada y no siempre lo es. Por eso quiero aclarar que cuando me refiero a ella me refiero a los argumentos planteados en términos de este problema.
Después muchos lo tomaron en el sentido más trivial, y Kirchner aparecía como el gran embaucador. Basta leer el libro de Luis Majul, El Dueño, que yo lo he leído. Es un libro del cual surge un Kirchner quebrado internamente y explicado como preso de un poder enceguecido, como si fuera un espectro de las películas de James Bond, Spectrum, que no se sabía por qué quería tanto poder. Simplemente porque era la encarnación del mal. Un personaje tan oscuro que quería el poder para hacer el mal. El autor toma una encarnación folletinesca del poder que tomó de cuando era jovencito y veía las películas de James Bond. Lo de Kirchner es mucho más fácil de entender.
Con Kirchner hablé pocas veces, tuve conversaciones rápidas donde era posible percibir que había un fervor político, un pathos, en su conciencia personal de la dramaturgia del político, que se diversificaba en muchas cosas. Incluso en relación a la compra de terrenos en la Patagonia: no creo que lo tendría que haber hecho, pero formaba parte de una pulsión personal muy fuerte donde predominaba la idea del hombre político muy descarnada, casi trágica. No era un personaje que surgía de un texto y explicaba nociones de la gran literatura política, pero de algún modo era un personaje de una gran fragilidad a pesar de que parecía que pasaban por el todas las líneas políticas del país y las concentraba. Obviamente algo de eso había. Pero hay que entender que cuando había eso, también trasuntaba también una gran fragilidad y tenía una oscura lucidez sobre eso.
El debate sobre la impostura de los Kirchner es interesante porque hay un grado de impostura en la política siempre. No hay políticos que no deban lidiar con su pasado de un modo siempre enigmático. Incluso políticos muy simples y mediocres como De La Rúa suponían una sorpresa, porque nadie iba a saber en el país hasta que punto iba a ser inepto, esto también es un tipo de sorpresa. Aquella publicidad política donde aparecía enérgico al mando de un batallón que irrumpía donde había injusticia; no fue un batallón finalmente sino un pequeño cuerpo de represores en su caída. En la Argentina nunca se termina de dar un debate profundo sobre el hombre político, porque todo muy es muy vertiginoso. Lo primero que piensa un político es afichar la ciudad, no en dilucidar estos temas.

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