20 enero 2011

Excedente

Comenzamos el año en Argentina con un cese de comercialización de cereales y oleaginosas por parte de las entidades patronales rurales. En contra de las políticas agropecuarias nacionales, los integrantes de la Mesa de Enlace reclaman por la liberalización de exportaciones agrícolas. Nicolás Arceo, investigador del Centro Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA) analiza el ciclo de expansión de agropecuaria y el margen de beneficios extraordinarios en los que se lleva adelante la medida. Un aporte camino a enmarcar este conflicto en la disputa más amplia por la distribución de la riqueza en nuestro país.

La consolidación de la expansión agraria en la posconvertibilidad

Por Nicolás Arceo *

La adopción de un nuevo patrón de crecimiento tras el colapso del régimen de convertibilidad produjo alteraciones sustantivas en la distribución del excedente en el sector agropecuario pampeano, aunque no implicó una modificación de las tendencias observadas desde mediados de los años noventa en la producción sectorial, cuando se asistió al inicio de una etapa de vertiginoso crecimiento del área sembrada y de la producción.

En efecto, durante la posconvertibilidad se profundizó dicho proceso pasando la superficie destinada a la producción de cereales y oleaginosas desde las 26,3 millones de hectáreas en la campaña 2000/01 a casi 30 millones de hectáreas en la campaña 2009/10. Este proceso se sustentó en un notorio incremento en la rentabilidad de la producción agrícola y, en particular, de la sojera que pasó a representar casi el 62% del área sembrada en la última campaña mencionada.

La devaluación de la moneda, y el posterior mantenimiento de un tipo de cambio competitivo, implicó un sensible incremento de la rentabilidad de la producción agrícola, a pesar de la aplicación de retenciones a las exportaciones desde el año 2002. En otras palabras, el nuevo “modelo productivo” permitió una mayor apropiación del excedente agrario por parte de los productores, que vieron incrementados sensiblemente sus márgenes brutos de producción desde los 209 dólares constantes por hectárea durante el régimen de convertibilidad hasta los 272 dólares en el período comprendido entre los años 2002 y 2010.

Sin embargo, esa elevada rentabilidad en dólares no da cuenta del extraordinario incremento de su capacidad adquisitiva local. Al evaluar los márgenes brutos en pesos constantes, es decir según su capacidad adquisitiva en el mercado local, se observa que los mismos pasaron de un promedio de 581 pesos por hectárea durante el régimen de convertibilidad a 1.432 pesos en el período 2002-2010. Es decir, el margen agrícola en pesos constantes prácticamente triplicó los valores verificados durante la etapa previa.

A su vez, el incremento de la rentabilidad se reflejó en un aumento del valor de las tierras agrícolas pampeanas. En el caso de la zona núcleo el precio promedio por hectárea pasó de 3.109 dólares durante la vigencia del régimen de convertibilidad a casi 14.000 dólares en el año 2010. Por lo tanto, el nuevo patrón de crecimiento no sólo implicó una mayor rentabilidad de la producción agrícola, sino que posibilitó además una elevada ganancia patrimonial, la cual fue reforzada por la pesificación asimétrica de los pasivos del sector agrario tras la devaluación de la moneda a comienzos del 2002.

Se debe resaltar que la elevación de la rentabilidad de la producción agrícola fue una consecuencia directa de la política económica, ya que hasta el año 2006 los precios internacionales de los principales cultivos de exportación se mantuvieron por debajo del nivel que habían exhibido en promedio durante régimen de convertibilidad. Efectivamente, el precio de exportación en dólares constantes de los cuatro principales cultivos pampeanos (ponderados según la superficie sembrada) se ubicó en el período 2002-2006 un 2,9% por debajo del valor registrado durante la década del noventa.

Por lo tanto, al menos hasta 2006, el incremento de la rentabilidad agraria no obedeció a la existencia de una coyuntura internacional excepcionalmente favorable, tal como se sostiene desde diversas entidades del sector, sino a la reducción de los costos de producción en dólares como consecuencia del nuevo patrón de crecimiento cuyo eje central fue el mantenimiento de un tipo de cambio competitivo.

La modificación de las condiciones imperantes en el mercado mundial condujo desde 2007 a un vertiginoso ascenso en los precios de los productos agrarios, proceso que, crisis financiera mediante, posibilitó aún en un contexto de paulatina apreciación del tipo de cambio la elevación de los niveles de rentabilidad en la producción agrícola. En el año 2010, los márgenes brutos por hectárea en la producción agrícola evaluados en dólares constantes fueron un 10,6% más altos que los registrados en el período comprendido entre los años 2002 y 2006, cuando ya eran de por sí muy elevados en términos históricos.

En síntesis, a lo largo de la posconvertibilidad se verificó un notorio incremento en la rentabilidad de la producción agrícola. En una primera etapa, dicho proceso estuvo asociado a la presencia de un tipo de cambio real excepcionalmente elevado, en tanto que desde 2007 el aumento en los niveles de rentabilidad estuvo determinado por la sensible elevación de los precios de los productos agrícolas en el mercado mundial. Es más, la subida de los precios internacionales a lo largo de los últimos meses permite prever no sólo el mantenimiento sino también el aumento en los niveles de rentabilidad agrícola a lo largo del presente año.

* CIFRA

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10 enero 2011

Los desafíos en la implementación de la Asignación Universal por Hijo para el 2011: Celebración y exigencia (de ir por más)

La Asignación Universal por Hijo para Protección Social (AUH) es una de las políticas sociales más significativas de los últimos tiempos. Por su impacto, por sus implicancias concretas en la vida de los más pobres y por las luchas y decisiones -recientes y de larga data- que llevaron a plasmar la medida.

Con poco más de un año en marcha, es un logro para celebrar en el camino hacia una distribución de la riqueza más equitativa. A partir de la AUH, una parte importante de los sectores más postergados de la sociedad hacen efectivo su derecho a acceder al régimen de asignaciones familiares.

De manera directa e indirecta, la AUH establece un piso de igualación e inclusión social sin precedentes. Sin embargo, todavía quedan muchos aspectos a profundizar. Existen, por ejemplo, grandes grupos que quedan fuera de la implementación de esta política que pone a los más chicos en el centro. Los logros y límites de la AUH configuran uno de los desafíos más fuertes para este año en materia de política pública en Argentina.

Un reciente documento de trabajo del Centro Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA) pondera los logros en materia distributiva de la AUH al tiempo analiza sus restricciones y propone caminos para su ampliación. Compartimos a continuación un artículo que aborda dicho informe y el enlace para descargar el documento completo.

La AUH es una política parcial, limitada y perfectible. Circulan muchos análisis (y meros planteos) que en nombre de poner en la balanza sus aspectos positivos y negativos acaban relativizando los beneficios innegables que trae para el conjunto de la sociedad. Y dando la espalda a lo que significa la medida en términos de camino y de recomposición histórica. Sin recaer en un abordaje estéril e impugnador, pero tampoco sordo a los desafíos de estos tiempos exigentes, es preciso un acercamiento riguroso a los límites de la AUH y una mirada certera sobre las posibilidades de profundizarlas. El documento de CIFRA es un valioso aporte en ese sentido.

La AUH tiene más para distribuir mejor

Más de un millón de personas dejaron de ser pobres y 1,4 millones dejaron de ser indigentes. Sin embargo, el universo beneficiado podría ser mayor

Por Eduardo Blaustein

La Asignación Universal por Hijo ha sido sin lugar a dudas una de las medidas de política social más significativas de las últimas décadas… Ha implicado que los sectores más postergados del país puedan acceder al régimen de asignaciones familiares, derecho que hasta entonces les era negado por encontrarse inmersos en situaciones de precariedad laboral o de falta de trabajo.” El párrafo es el primero de un valioso documento de trabajo de Cifra (Centro de Investigaciones y Formación de la República Argentina) al cumplirse el primer año de implementación de la Asignación. Pese a esa introducción y a extensas zonas del estudio que reivindican mediante números concretos el lanzamiento de la Asignación Universal, el trabajo matiza el optimismo de otros similares subrayando que a la AUH le falta bastante para beneficiar a más sectores vulnerables de la población y que su impacto en términos de disminución de la pobreza sería sólo “moderado”, aun cuando nada menos que 1,3 millones de personas abandonaron la situación de pobreza.

Cifra es el instituto de estudios ligado al sector de la CTA más cercano al oficialismo y sus documentos se caracterizan por el rigor técnico. Su consejo directivo está conformado por representantes sindicales y por investigadores del Área de Economía y Tecnología de Flacso (entre los que destaca el economista Eduardo Basualdo) y del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda).

Uno de los primeros aspectos subrayados en el estudio realizado al cumplirse el primer año del lanzamiento de la AUH, tiene que ver con su extensión y cobertura. Desde el primer momento el acceso a la Asignación se hizo incompatible con otros planes nacionales, como el Plan Familias y el Jefas y Jefes de Hogar. Esto no significó pérdida para quienes cobraban de esos planes sino ganancia, “una mejoría en el nivel de recursos de estas familias”. Así, dice Cifra, “mientras un hogar con dos menores de 18 años cobraba con el Plan Familias $200 y con el Jjdh $150, pasó a percibir con la AUH $360 ($440 desde septiembre de 2010). Por su parte, un hogar con cinco menores o más que con el Plan Familias recibía $380, pudo percibir $900 ($1.100 desde septiembre) con la AUH”. La mejoría en los ingresos es mayor para los hogares con más niños y adolescentes.

Según las simulaciones realizadas por el centro de estudios, la AUH alcanzaría al 36,6% del total de menores del país. Esta proporción, sumada al 53,3% cubierto por el régimen contributivo, indicaría que “el 89,9% de los menores estaría en condiciones de percibir asignaciones familiares”, más “el 7,2% de los menores que percibirían el beneficio indirectamente, dado que sus padres pueden aplicar una deducción por hijo sobre el pago del impuesto a las Ganancias”.

En la actualidad, según la Anses, la AUH llega a algo más de 3,5 millones de chicos y adolescentes. Pero si la cobertura fuera completa, quedaría por alcanzar un millón más de beneficiarios, hasta llegar a los 4,5 millones de menores. Aún persisten los problemas de acceso a la Asignación por los altos niveles de indocumentación (todo un dato de exclusión social y cultural: se estima que entre 500 mil y un millón de menores no tienen su DNI). Hoy la Asignación no llega a aquellas familias que envían a sus hijos a escuelas privadas (los de aranceles presumiblemente más bajos). El número estimado de menores en esta situación rondaría el 15,5% de quienes cumplen con los requisitos para recibir la AUH y se sabe al respecto que Anses está evaluando el modo de atender esta situación. Otra razón que impide acceder a la AUH es la superposición con otros planes sociales. Y hay otras de las que se habla en el recuadro de esta página.

Impactos visibles. El documento de Cifra remarca un asunto que tiene que ver con la eficacia del programa: “La importancia de la ampliación del régimen de asignaciones familiares, en términos de la mejora en las condiciones de vida de la población, queda en evidencia al evaluar el conjunto de la población potencialmente beneficiaria. El 69,1% de los menores alcanzados por la AUH habita en el 20% de los hogares más pobres de nuestro país, en tanto que el 40% de los hogares más desfavorecidos concentra el 88,8% de los beneficiarios”.

Si se atiende al impacto en términos de disminución de la desigualdad, el trabajo sostiene que el programa en sí mismo supone “una transferencia directa de ingresos a los sectores menos favorecidos”. Al analizar cómo se modifica el ingreso per cápita familiar según quintiles de ingresos (ver cuadros), queda en evidencia que la AUH llega de modo eficiente a los menos favorecidos en la escala social: cuanto menores los ingresos familiares de los hogares más pobres, mayor el beneficio. El ingreso familiar de quienes pertenecen al primer decil, el de los más pobres, “se vería incrementado en 46,7%, mientras que el del segundo decil aumentaría en 16,4%.” Tomados en conjunto, “los ingresos del 20% de los hogares más pobres crecerían en 26,5%, al tiempo que los ingresos de los hogares de los quintiles más altos permanecerían prácticamente sin variación”. Esto implica, hablando siempre de la batalla contra la desigualdad, una reducción en el cociente entre el Ipcf (el ingreso per cápita familiar) del quintil más rico y del quintil más pobre de 12,1 a 9,6 veces.

La nueva medida –dice Cifra– supondría un incremento en la participación de los hogares más pobres en la distribución del ingreso. En efecto, la participación del 20% de los hogares de menores recursos pasaría del 4,1% al 5,1% sobre la suma total de ingresos, lo que supone un aumento del 24,0%.”

Avances y límites. En cuanto al impacto potencial sobre la pobreza, las estimaciones de Cifra hablan de un efecto “moderado”. Tomando un cálculo propio según el cual en el cuarto trimestre de 2009 el 24,8% de la población se encontraba por debajo de la línea de pobreza, “la completa implementación de la AUH supondría que ese porcentaje se redujese a 21,6%. Ello implicaría una disminución en la tasa de pobreza del 13,0%”. En porcentajes no parece tanto, pero la cantidad de personas salidas de la pobreza serían más de 1,3 millones. “Entre los niños y adolescentes, la incidencia de la pobreza se reduciría de 37,5% al 31,7%. La mayor incidencia de la pobreza en los hogares que incluyen menores de edad entre sus miembros muestra lo acertada que fue la decisión de crear la AUH.”

Las razones que explican, según el trabajo de Cifra, que el impacto sobre la pobreza no sea mayor son diversas. La primera sería el cuadro de arranque en cuanto a la brecha de pobreza: “Al momento de la implementación de la AUH el ingreso familiar medio en los hogares pobres era de $1.070 y la línea de pobreza promedio era de $1.774, por lo que la distancia entre ambos alcanzaba los $703. Dada esta brecha, una asignación de $180 por hijo resulta en la mayor parte de los casos insuficiente para revertir esta condición. El incremento a $220 implementado desde septiembre de 2010 tampoco alcanza a revertir esta situación”.

Una segunda causa es la mencionada incompatibilidad con otros programas sociales que impide mantener el beneficio de planes sociales anteriores a la AUH. También están aquellos hogares pobres sin niños ni adolescentes o las familias que no cumplen con los requisitos necesarios para percibir la AUH, los cuales constituían a fines de 2009 “el 56,3% de los hogares en situación de pobreza”. Un cuarto elemento es el constituido por la pérdida del poder adquisitivo como efecto de la inflación, aun cuando el monto de la AUH fue reajustado para compensar esa pérdida. “De todos modos –sostiene el documento–, los hogares que aun recibiendo la AUH persisten en una situación de pobreza, perciben un incremento en sus ingresos familiares de $431, lo que sin dudas contribuye a aliviar su situación.”

El impacto de la AUH resulta mucho más significativo al evaluar la reducción que experimentaría la indigencia”, dice la gente de Cifra. La indigencia habría pasado desde el lanzamiento de la AUH del 6,6% de la población al 3,2% (poco más de la mitad), lo que implica que 1,4 millones de personas haya abandonado esa condición. Aún más significativo es el hecho de que entre los niños y adolescentes, la reducción de la indigencia sería del 10,2% al 4,0%. Pero incluso en los hogares que se mantienen en la indigencia, “se verificaría una reducción en la distancia de sus ingresos respecto del límite mínimo necesario para no ser considerados indigentes. Esta brecha quedaría en $270 para el total de los hogares en situación de indigencia y en $312 para los hogares con niños que permanecerían en dicha situación”.

Se calcula que, incluyendo el último incremento de la AUH, el costo del programa para el Estado en el 2010 fue de unos $10.500 millones (parte de ellos cubiertos con los fondos que iban para planes sociales previos). De cara ya sea a una mayor expansión de la AUH o a futuras actualizaciones de su monto, la cifra no parece representar un esfuerzo desmesurado si se la compara con el número final de la recaudación fiscal del año pasado: $409.899,6 millones. Según los datos elaborados por Cifra, el costo fiscal neto “sería equivalente al 0,55% del PIB, el 2,1% del total de ingresos corrientes del sector público nacional y el 7,0% de lo recaudado en concepto de contribuciones a la seguridad social”. Evitando apelar al Fondo de Garantía de Sustentabilidad para no descapitalizarlo, Cifra plantea la necesidad de incrementar los ingresos del sistema de seguridad social y sugiere la herramienta que históricamente planteó la CTA: un aumento en las alícuotas de las contribuciones patronales.

CUBIERTOS POR ASIGNACIONES CONTRIBUTIVAS

Quintil 1 32,3%

Quintil 2 30,7%

Quintil 3 21,3%

Quintil 4 13,5%

Quintil 5 2,2%

CUBIERTOS POR ASIGNACIÓN UNIVERSAL

Quintil 1 69,1%

Quintil 2 19,7%

Quintil 3 8,2%

Quintil 4 2,5%

Quintil 5 0,4%

Los que no la cobran

Al día de hoy la AUH no llega a determinados grupos de población por distintos motivos, pese a que sus ingresos son similares a los de los hogares cubiertos por la Asignación. El primer grupo destacado es el de los trabajadores informales que perciban ingresos superiores al salario mínimo vital y móvil ($1.740). “Esto –dicen los analistas de Cifra– genera una situación desigual para los trabajadores del sector informal respecto de los formales, dado que estos últimos tienen un tope de $4.800 y, si lo superan, pueden deducirlo del impuesto a las Ganancias.” El ingreso de los informales es muy difícil de corroborar, lo que implica una complicación para recibir la AUH.

También quedan afuera los monotributistas (menos los monotributistas sociales). Esto determina una cierta asimetría entre los trabajadores con distintas formas de contratación. Del mismo modo, por ahora no pueden percibir la AUH los hogares de bajos ingresos con menores que asisten a escuelas privadas. La Anses está estudiando el modo de superar la situación. Una posibilidad sería la de incluir a quienes abonen aranceles bajos o reciban becas.

Fuente: www.miradasalsur.com

Descargar documento completo de CIFRA La Asignación Universal Por Hijo a un año de su implementación.

07 enero 2011

El miedo al avance o “no tenemos derecho a dejar que se pierda lo que hemos conquistado” (*)

Néstor Borri

0.

La urgencia del presente, las oportunidades que se viven en el país y en el continente, vuelven más evidentes las muchas inercias ideológicas y en última instancia prácticas que atraviesan a los actores populares en la región.

En muchos casos no se trata meramente de las intenciones o de los objetivos de los sujetos concretos, sino que la inercia se plasma como una lógica que se activa, con mucha fuerza y con una sutileza acompañada de persistencia, cada vez que las oportunidades de avance político concreto se manifiestan.

Como buen fenómeno ideológico o, mejor, como consecuencias efectivas de un efectivo triunfo cultural, estos dispositivos se naturalizan y marcan el horizonte de lo posible: de lo que se puede hacer, de lo que se permite decir, de lo que es factible soñar –si acaso vale la contradicción en los términos.

La participación, la incidencia, la sociedad civil, el carácter y la dinámica esperable de los procesos y muchas otras dimensiones manifiestan este límite “abortivo” donde la no-política se manifiesta, se reproduce y, finalmente, sigue al acecho.

Los párrafos que siguen fueron escritos al concluir una actividad específica de las que se diseñan para permitir la participación en los procesos relativos a las políticas públicas. El evento concreto fue la X Cumbre Social del Mercosur, pero es muy probable que sea sencillo encontrar los mismos mecanismos en conversaciones, en reuniones, en otras instancias y casi frente a cualquier ámbito donde se abra una posibilidad de avance y profundización de lo logrado por y para los sectores populares en estos años intensos, los más dinámicos probablemente de la historia reciente del continente y del país.

Lo que en este caso está orientado sobre todo al ámbito de lo que podemos llamar la sociedad civil organizada –pero, atención, también a los más “de izquierda” movimientos sociales aparece también, bajo otros ropajes, en otros ámbitos, con otros lenguajes, pero manteniendo su lógica, que es una gramática y que sobre todo actúa al nivel de impedir determinadas consecuencias. En el mundo de la militancia partidaria o sindical, de la gestión estatal, del compromiso político de base, en la vida cotidiana, en los ámbitos de debate ciudadano y por supuesto, en ese humus general que es la opinión pública. Sentido común imperante, que como buen sentido, significa y sobre todo orienta. Casi siempre en la misma dirección.

Las apreciaciones, puestas en un tono a lo mejor demasiado negativo –con cierto enojo ameritan darse vuelta como una media: formularse por el lado del entusiasmo propositivo. Quizás éste, entusiasmo de construcción, sea el nombre más apropiado para la mirada crítica en estos tiempos.

1.

¿Por qué “incidir” si podemos decidir?

¿Por qué “incidirsi podemos gobernar?

(Si se prefiere, reemplazar por : “si estamos gobernando”, “si gobiernan los nuestros”, “si estamos gestionando”, “si podemos gestionar”)

Dicho de otro modo: ¿Qué significa incidir cuando se puede decidir/hacer/gobernar?

Asumir los logros y las conquistas parece más difícil, para muchos, que la lucha misma por alcanzarlas.

2.

La apología de lo pequeño es una versión acobardada de la importancia, la grandeza y la masividad de lo cercano. La confusión entre ambas es fatal para la política y, casi siempre, una tierra fértil para una claudicación, o hasta una traición a los sectores populares.

Lo pequeño no es hermoso. Apenas es pequeño.

Es el momento para deshacernos, librarnos, de todas las estrategias de miniaturización de los pobres.

Localismos, micrismos, minoritarismos, ciudadanías menores, subciudadanías. No es cuestión de hacer alarde ni bandera de las migajas. La mesa esta servida. Y es un banquete.

El tiempo presente tiene la posibilidad y también la exigencia de lo grande. Grandura no sólo de los sueños, sino de las acciones, la mirada, el pensamiento. Esa es la escala de la responsabilidad. De la nuestra. Y también es su actualidad.

3.

Los procesos son lentos, hay que consultar a todos, tengamos cuidado. Fórmulas eventualmente verdaderas, quizás útiles, pero desgraciadamente casi siempre apropiadas y puestas a la mano para todos aquellos que temen llegar a algo o temen que otros lleguen. Tantas, tantas veces quienes dicen que el proceso es lento, o bien no quieren que se llegue o proponen o esperan que nunca lleguemos. No llegar es un lujo que los pobres no se pueden dar.

Miedo a lo real, acomodamiento en el no, dificultades con la responsabilidad de haber llegado y de poder y deber ir por más. Miedo a poder. Es también una coartada. Y probablemente sea imperdonable quedarnos en ella. Tampoco haciéndoles el juego a los que una y otra vez traen estos candados, estos techos, estos bloqueos, a las conversaciones donde se gestan los procesos de avance democrático, político, distributivo, igualitario, en los sectores populares del continente, en cualquier ámbito y escala que sea. Esta música del no poder tiene muchas melodías, y es insistente. Juega a aturdir como susurro permanente. Tiene el tono de la tentación de ir hacia atrás. De quedarse inmóviles.

4.

La sociedad civil no está fragmentada.

La sociedad civil es la fragmentación.

La sociedad civil sólo se articula a costa de dejar de ser sociedad civil y pasando a ser ciudadanía politizada, pueblo activado y en acción, democracia en proceso y estado democrático en marcha y en disputa.

En casi todos los casos, por lo menos a nivel del uso y la circulación, “sociedad civil” es la categoría zombie, cuerpo de un concepto clásico tomado por la teoría económica neoclásica –el núcleo de lo que a veces con cierta liviandad llamamos neoliberalismo para decir, sin decir, mercado. “Sociedad civil” resulta ser entonces cetro y gesto mágico de la mentada mano invisible.

Sin embargo, una visión esencialista del pueblo o una modalidad normativista de la ciudadanía, no resultarán mejores a la hora de reemplazar esta noción. Hay que crear la categoría o los significados actuales de aquellas. Nombres vivos para realidades que exigen pensamiento, no etiquetas.

5.

No sólo los gobiernos de América Latina, sino también y cada vez más un amplio conjunto de la población o de los sectores populares, el pueblo, las mayorías que viven o quieren vivir de su trabajo están por delante de las llamadas ONG y de casi todo el entramado de la sociedad civil organizada. En la democracia que se profundiza, y en los más contradictorios de los avances populares, el pueblo y sus organizaciones es “g”, y no “ng”. Es no-no-gubernamental. Mejor que eso: rompe esa categoría, y arma y propone nuevas distinciones.

La sociedad civil organizada, institucionalizada también profesionalizada, financiada y rentada, reino al fin de los expertos corre siempre el riesgo de convertirse no en un canal de la participación popular, sino en su pantomima y, en última instancia , en su bloqueador. Es que, si bien se ha dicho que “la organización vence al tiempo”, cuando el tiempo se vuelve historia, la historia vence a la organización. La historia desorganiza lo dado. Lo ya organizado. Llama a desorganizarse para ponerse en estado-de-crear-organización. La historia es puertas afuera. Y en camino, no en sillas. Mucho menos en sillones. El camino instituyente que han emprendido muchos, tiene la tarea primigenia e des-instituir. Aun a costa de quedar en una zona peligrosa, incierta, donde una nueva matriz organizativa no aparece con certeza.

6.

La ideología de la incidencia dispone una escena tal que supone y pone al pueblo fuera de la política, al tiempo que inhibe o desconoce o desprecia o impide su politización y su acción política efectiva. En todo caso, la teme, siempre. Busca, también, al actor fuera de lo público y de la política: por eso, cuando lo encuentra, es un actor casi siempre imbuido de una mirada micro y con una tendencia a la lógica de lo privado. Por último, tal como la misma expresión lo indica, tiene vocación incidental. Eventual y, si es posible, con carácter de curiosidad, y talante de que “está bien alguna vez, está bien en alguna cuestión, pero que no se repita”. Sólo un incidente y después a la normalidad.

Y el mismo incidente, la misma incidencia, resulta marcada por una lógica de administración: demandas puntuales, reclamo específico, vuelva otro día, llene estos papeles y dese por satisfecho.

Ni pública, ni política: a lo suyo el pobrerío, que es reclamar sin respuesta salvo excepción. Después, de regreso a lo suyo: la queja, la protesta y el sacrificio. La gracia de la lógica de la incidencia es que, en el fondo, nos pasea sin sacarnos nunca de ahí.

7.

La incidencia en políticas públicas se convierte fácilmente en una expresión amigable de la utopía de una sociedad (totalmente) administrada. O sea, de una sociedad sin conflicto, sin desorden. Bella y moderadamente ordenada en los debidos procesos de incidencia. Sociedad administrada: sociedad sin política. Sociedad sin política: dícese de aquella sociedad donde no hay parte –no hay partido de los pobres. El pueblo resulta neutralizado en lo que tenga de popular y activado sólo como prolija y bienhabida ciudadanía. Reino de la norma. Y la cortesía.

Incidencia: jaculatoria posible de un exorcismo que está pendiente.

8.

Una cosa es la dura periferia, tantas veces atroz, de la exclusión y de los excluídos. Y otra muy distinta el triste arrabal de quienes optan por no juntarse con los muchos otros y los otros muchos. O el rincón oscuro pero cómodo al fin de quienes no están dispuestos a entrar en la batalla. (y puede decirse, en lugar de batalla baile, fiesta, juego, construcción, arena, historia, política)

Por un tiempo, el encapsulamiento propio de quienes se quedan por opción al margen de la fiesta o de la guerra, pueden disimular la diferencia entre la primera y la segunda. O la convergencia o funcionalidad de la segunda con el mantenimiento de la primera.

También el hecho de que circulan y se hacen circular recursos –financieros, simbólicos, materiales, organizativos, viajes, cócteles, hoteles– para la “incidencia”, reproduce esa inercia. Y en muchos casos desvía esfuerzos planteando una escenografía donde actores moderadamente inofensivos despliegan una pantomima de participación igualmente inocua. Si esos recursos –que en muchos casos van del norte hacia el sur, y de arriba hacia abajo en la escala social, cosa que por supuesto no es casual, sino más bien sintomática no estuvieran, probablemente esta coartada del “incidir” quedaría más rápidamente al descubierto. Y más de un “representante de la sociedad civil”, quedaría a la luz como cortesano de ocasión.

9.

Los pobres –bien visto, inclusive, su dios, llegado el caso de este lado del mundo, en esta nuestra tradición, tienen manifiestas dificultades con los tibios; abierta discrepancia cuando no aversión por los puros y fariseos y abandonan a los prudentes –no los abandonan, simplemente los dejan atrás cuando sienten el perfume del tiempo de su libertad. Aunque el aroma sea apenas el de un mero alivio.

Así sucede, antes o después, de modo más evidente o en un proceso sutil pero contundente: siempre. Avanzan cuando toca avanzar. La misma ausencia de prisa zonza es la contratara de su contundencia y la urgencia en el avance.

10.

El pueblo no se regocija en meros procesos. Busca, espera y hace resultados. Esa es su exigencia y su apuesta. Tienen que sacar a sus pibes adelante: saben que para eso no tienen muchas vueltas, ni retóricas ni modélicas, ni certeras, ni procedimentales, ni de ninguna otra clase. En los buenos tiempos, esquiva a los confundidores con la misma prestancia con que arrastra o acompaña o recata a los confundidos. Invita a no confundir la complejidad inevitable con la complicación innecesaria. En esos momentos no le propone un escondite a la desigualdad en la diversidad amanerada: más bien se encuentra con el desafío de la acción en unidad partiendo de la fragmentación. Y con mil aristas avanza, si hace falta, sólo si hace falta, con rodeos, pero juega fuerte. Porque tiene raigambre y origen, suele diferenciar la línea de un techo de la propuesta de un horizonte.

Diferencia la prolija “realidad” fruto de medidos y comedidos análisis, de lo real siempre desprolijo, siempre hermoso, crudo, urgente y, aún en lo doloroso, siempre alegre porque atisba felicidad, que es otro nombre de lo real. O vida. O historia.

11.

Batalla y fiesta están en curso. La historia, invitadora y sagaz, toca generosa a la puerta de todos.

No es tiempo de apoyo crítico. ¿Por el contrario? es un tiempo en que es crítico apoyar. La distancia crítica es la de un involucramiento valiente.

Valen todos los mapas, aunque bueno es saber que no todos llevan a puerto. Y sobre todo que la caminata es lo que cuenta. La andadura es la que orienta.

12.

Al final del camino, habrá que evaluar en lo cierto de lo andado. No en los análisis, sino en las decisiones. No en los procesos sino en las acciones. En los resultados medidos en carne y vida, en felicidad urgente y en menos-miedo contante y sonante. Jugar, batallar y bailar, suenan como los verbos del momento. Se conjugan en presente. Y en urgente.

* Lula, en su discurso de despedida de la Cumbre del Mercosur, Foz de Iguazú, diciembre de 2010