26 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 10/10


¿Qué puede contarnos de su gestión al frente de una gestión en la Biblioteca Nacional?
Hace seis años que estoy acá, es problemática la Biblioteca. Se ha avanzado en muchas cosas. Todo lo que tiene que ver con la infraestructura de la biblioteca, climatización, ascensores, informatización, software. Muchas personas han contribuido a eso, en especial la Subdirección. En el mismo sentido se ha trabajado fuerte en cambiar el rostro de la Biblioteca frente a los lectores y frente a la sociedad. Hacia adelante tendremos la finalización de las obras de construcción del Museo del Libro y de la Lengua, un importante proyecto de gran envergadura a nivel latinoamericano para conservar la lengua común.
¿Qué expresiones culturales le resultan interesantes en la Argentina contemporánea?
No estoy totalmente enterado de todo lo que ocurre. Me parece que hay un movimiento novelístico, como siempre lo hubo en la Argentina, muy renovador. Así como los grandes novelistas como Piglia, Viñas. También José Pablo Feinmann, muy prolífico. La crítica literaria también está en pié. Ha habido grandes trabajos. Las obras de la crítica cultural, más o menos influidas por los estudios culturales anglosajones. Las novelas de Sergio Chejfec, las de Alan Pauls, en el ámbito de la escritura y la literatura.
Hay estudios historiográficos muy importantes, ya sea en el plano de la divulgación histórica, puesto que ha vuelto a avanzar el revisionismo histórico con un fuerte aparato de divulgación en los medios de comunicación, y al mismo tiempo se repliegan las posiciones de la historiografía liberal, pero entre ambas creo que tienen que surgir nuevas obras. Están emergiendo muchos historiadores jóvenes y académicos que no aceptan cualquier política de divulgación comunicacional y formulan problemas historiográficos muy interesantes.
Curiosamente el peronismo ha renovado en la plástica, con Daniel Santoro, en el cine, la producción del cine de vanguardia argentino: Lucrecia Martel, Pizza, Birra y Faso de Caetano, El Bonaerense, de Trapero. También hay que destacar la vigencia de Leonardo Favio, que logra juntar en un solo punto de mirada la tradición más cristiana del peronismo con las expresiones de vanguardia y tecnología más evidentes, con un sentimiento de genuina sensibilidad popular basado en leyendas de todo tipo que es lo que la leyenda le tiene que decir a la historia. Y todo lo hace en términos muy delicados desde el punto de vista de la construcción artística. Argentina, muchas veces da la impresión que tiene una vida artística mucho más evolucionada que su vida política. Y esto es algo que ser tenido en cuenta para elaborar políticas culturales.

25 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 9/10


Se refería a los años ´70 como un momento de luto y de sangre, pero hay toda una serie de intelectuales y figuras políticas que en ese entonces hicieron una determinada interpretación del peronismo y hoy confluyen respecto de lo que son las encrucijadas más importantes del presente en los mismos grupos y espacios, es decir, ¿Hay algo del pensamiento y las interpretaciones de aquel entonces que persiste?
Es lo que uno habitualmente considera un legado, es muy difícil hacer política sin estar dentro de un legado. Por eso lo que yo digo sobre el peronismo es muy desmesurado. El peronismo es un fuerte legado. Lo que yo reclamo del peronismo y de los que tenemos una memoria en el peronismo es que no aparezca un cierre litúrgico. Es decir, que este legado de ciertas palabras, conceptos, emblemas y heráldicas terminen cerrando la capacidad de análisis de los legados nuevos. Y para eso nada mejor que acudir a lo que siempre fue el propio desarrollo del peronismo, mirar lo otro. En el ´45 fue así. Los grandes conductores del peronismo e incluso la experiencia del ´83 también a pesar de que no supo resolver ahí la capacidad de incorporar problemas nuevos y lenguajes nuevos. Por eso Alfonsín lo supo, y hay que mirar con mucha atención la experiencia de Alfonsín y yo no soy de los que esté de acuerdo en no tomar esa experiencia como una experiencia interesante. No podemos tener concepciones binarias, de capilla, de pequeñas trincheras. El alfonsinismo tocó temas que fueron los temas que renunció a tomar el peronismo pudiéndolos haber tomado, por lo tanto hay una vecindad dramática con el alfonsinismo. Y después con las izquierdas también. No se puede discutir tontamente con las izquierdas, esto es, con prejuicios, ni digamos con macarthismo, que lo hay y mucho. Porque la izquierda es una savia nutritiva de la vida política. Si uno no sabe que hacer, mejor ser de izquierda. Sin embargo, pensemos en Argentina, la memoria de la izquierda, que tiene muchos fracasos encima y mucha desolación, tiene que conjugarse con cierto realismo, pero no puede ser un realismo grosero de aceptar cualquier cosa. Cierto realismo es: la aceptación de símbolos populares, de lenguajes populares, formas que pueden no gustarnos pero con las cuales tratamos, en relación a los políticos, lo mismo, pueden no gustarnos pero con los cuales tratamos. Esto no quiere decir un mero realismo, quiere decir que sin dejar de pensar en un hilo conductor de las izquierdas en el siglo XX, en este momento esto debe ser interrogado a la luz de los movimientos populares y las viejas banderas que sí mantuvo la izquierda.
En este sentido yo me guío por la expresión de John William Cooke, en el sentido de que las grandes transformaciones llevan distintos nombres y tienen los nombres que les dan las coyunturas. Estamos en un momento en el que hay cierta vacilación sobre los nombres, que tienen una carga problemática en todos los casos. Decir izquierda tiene su carga problemática, socialismo tiene su carga problemática. Hay ciertos momentos en que el nombre aparece trastocado o puesto en otro tipo de identidad, el peronismo por ejemplo, y ahí, y esa es la tesis de Cooke, se recogían, en un plano no menos importante pero sin el nombre propio, las tradiciones de izquierda. Hoy ocurre algo de ese rango teórico. El kirchnerismo tiene que estar presente en las tradiciones de izquierda, no necesariamente con ese nombre. ¿Qué es el nombre del kirchnerismo? Es el apellido de una persona o Perón, no explica lo hondo sino el nombre de una persona.
Marxismo también es el nombre de una persona aunque tiene más connotaciones teóricas. Izquierda viene de la Revolución Francesa, o quizás antes, es una expresión más bien parlamentaria y que significa que la historia va por el lado más exigente, más áspero, ética digamos. Si mantuviéramos ese criterio, diría tradiciones críticas vinculadas a la memoria de la izquierda. No tiene por qué hablarse en esos términos. La discusión con los grupos más ortodoxos de la izquierda es una discusión interesante, es una discusión sobre el uso de ciertas palabras y el efecto que puedan tener. Hay efectos de izquierda sin palabras de izquierda y palabras de izquierda que no tienen efectos de izquierda, problemática que trató John William Cooke en su momento.

24 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 8/10


Respecto de ciertos intelectuales que ven una impostura en el kirchnerismo, ¿sobre que puntos se asienta el discurso del kirchnerismo como impostura y que piensa al respecto?
Evidentemente hay varios Kirchner. Kirchner fue un político surgido de una fuerza política tradicional que pasó dos décadas haciendo política en la provincia de Santa Cruz. Una provincia poco poblada aunque con una capacidad económica muy fuerte, de diversos intereses políticos. De una vida cotidiana dedicada a la abogacía y también a ciertas preocupaciones empresariales. Un político de un cuño que podría ser pensado en términos muy tradicionales del Partido Justicialista. Pero había diferencias, había tenido una militancia de ciertas latencias, que se ponen en juego en oportunidad de asumir la Presidencia, o quizás un poco antes y que había señales de que esas latencias estaban presentes. El apoyo muy fuerte que recibe Kirchner cuando lanza su política de derechos humanos es también criticado. Creo que esta crítica comienza incluso con un artículo de Beatriz Sarlo en el que sugiere un argumento, que es tomado como consigna opositora en general, en relación a que se trata de un matrimonio de impostores, que se dedican al comercio de hotelería usufructuando a su favor la política de derechos humanos. Esta es una versión muy pobre de la vida política de cualquiera. Evidentemente Kirchner tenía una profundidad sobre la cual él no teorizó ni tenía por qué hacerlo, sometido como todos a los distintos momentos y coyunturas muy dramáticas del país. De modo que basta pensar en la vida política de uno para hacer bastante más comprensible el modo en que un político desconocido en la gran ciudad, y no muy conocido fuera de la suya, Rio Gallegos, podía ubicarse en los términos del zigzag permanente que era la Argentina. En mi caso, en los ´90, sin responsabilidades políticas, como un profesor universitario estuve absolutamente en contra [del menemismo] y no me costó nada, pero en el caso de la carrera política de Kirchner le costó más. Era antimenemista y lo era más bien bajo el modo de una cierta tensión que suponía la actuación en un grupo que era el suyo en el sur, donde no eran antimenemistas pero no se enfrentaron explícitamente con Menem. Es fácil comprender el caso de Kirchner porque en todas las literaturas mundiales, políticas, laicas, religiosas, está el caso de la transformación personal. Un momento en que alguien produce una reflexión en su conciencia que -los ingleses tienen una expresión para esto, el twice born, segundo nacimiento-, lo hace surgir otra vez con un emblema y otra bandera que estaba en un plano más sumergido. Lo cual lo hace a él un personaje más interesante, no menos interesante, a diferencia de lo que supone Beatriz Sarlo, que no quiero juzgarla por esos artículos porque es alguien que estudia con mucha atención la evolución de la vida política argentina y por eso la discusión con ella tiene que ser profunda, meditada y muy argumentada y no siempre lo es. Por eso quiero aclarar que cuando me refiero a ella me refiero a los argumentos planteados en términos de este problema.
Después muchos lo tomaron en el sentido más trivial, y Kirchner aparecía como el gran embaucador. Basta leer el libro de Luis Majul, El Dueño, que yo lo he leído. Es un libro del cual surge un Kirchner quebrado internamente y explicado como preso de un poder enceguecido, como si fuera un espectro de las películas de James Bond, Spectrum, que no se sabía por qué quería tanto poder. Simplemente porque era la encarnación del mal. Un personaje tan oscuro que quería el poder para hacer el mal. El autor toma una encarnación folletinesca del poder que tomó de cuando era jovencito y veía las películas de James Bond. Lo de Kirchner es mucho más fácil de entender.
Con Kirchner hablé pocas veces, tuve conversaciones rápidas donde era posible percibir que había un fervor político, un pathos, en su conciencia personal de la dramaturgia del político, que se diversificaba en muchas cosas. Incluso en relación a la compra de terrenos en la Patagonia: no creo que lo tendría que haber hecho, pero formaba parte de una pulsión personal muy fuerte donde predominaba la idea del hombre político muy descarnada, casi trágica. No era un personaje que surgía de un texto y explicaba nociones de la gran literatura política, pero de algún modo era un personaje de una gran fragilidad a pesar de que parecía que pasaban por el todas las líneas políticas del país y las concentraba. Obviamente algo de eso había. Pero hay que entender que cuando había eso, también trasuntaba también una gran fragilidad y tenía una oscura lucidez sobre eso.
El debate sobre la impostura de los Kirchner es interesante porque hay un grado de impostura en la política siempre. No hay políticos que no deban lidiar con su pasado de un modo siempre enigmático. Incluso políticos muy simples y mediocres como De La Rúa suponían una sorpresa, porque nadie iba a saber en el país hasta que punto iba a ser inepto, esto también es un tipo de sorpresa. Aquella publicidad política donde aparecía enérgico al mando de un batallón que irrumpía donde había injusticia; no fue un batallón finalmente sino un pequeño cuerpo de represores en su caída. En la Argentina nunca se termina de dar un debate profundo sobre el hombre político, porque todo muy es muy vertiginoso. Lo primero que piensa un político es afichar la ciudad, no en dilucidar estos temas.

23 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 8/10


¿Qué queda de aquellos conceptos, como socialismo nacional, utilizados por ud. en la revista Envido en la década del ’70 ?
El socialismo no está en el horizonte de la movilización popular. En los ’70 siempre estaba por el modo en que el político más importante del momento, que era Perón, aceptó la expresión con aditamentos importantes. Y dejaba un campo ambiguo para expresarse y de hecho ese campo ambiguo no pudo impedir que se hubieran explicitado diferentes definiciones de la expresión socialismo. Había sido también una consigna muy activa, habían sido consignas de las luchas de principios del siglo XX en la Unión Soviética. Habían sido trazos de la invasión nazi a la Unión Soviética, no era una consigna nueva. La expresión socialista ahí se contraponía a la de socialismo nacional de los cuadros frentistas. Posteriormente la palabra socialismo quedó más ligada a experiencias de tipo liberal, republicana, local de carácter democrático republicano con la expresión socialista actuando en áreas de la acción social, expresiones más igualitarias de ciudad, algunos de estos componentes hoy están presentes en la experiencia del socialismo de Santa Fe, nada desdeñable a mi juicio. La palabra socialista tiene dilemas conocidos. En el PT en Brasil aparece el dilema y Lula decide no esgrimir esa palabra y definir una expresión que es -conocida en el peronismo- la de: “se hará lo que el pueblo quiera”, expresión máxima del populismo. Esta expresión no será la del socialismo pero siempre emerge como un llamado al “pueblo en acción”. Por otra parte, la palabra socialismo es utilizada por el gobierno de Venezuela donde el gobierno define lo que se llama “socialismo del Siglo XXI”, la cual también es una mezcla de distintas herencias: la del socialismo clásico y también lo que se llama el “buen vivir” o el “buen gobierno” que se intenta extraer de experiencias de pueblos originarios, de ideales comunitarios de distinto tipo. En la Argentina ese debate no está. El peronismo de algún modo ya pasó por ese debate y traer ese debate hoy no recuerda el mejor aspecto del movimiento, porque esa confrontación, también fue un momento de sangre y de luto. Por mi parte, tengo siempre en cuenta la expresión socialista, me parece que es una de las altas expresiones de la memoria política de la humanidad.

22 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 7/10


En este sentido Ud. se ha referido en repetidas oportunidades a la construcción de una lógica frentista popular.
Me parece que la idea de frente no debe ser abandonada por más que siempre se pregunte con quiénes, con que partidos, la dificultad está a la vista. Pero el del frente es un concepto que está por encima de esta dificultad. Es un concepto genérico que supone, antes que nada una forma diferente de articular los sectores populares, las clases medias, sectores del empresariado nacional. Fundamentalmente la idea es no formar partidos con nombre y apellido sino interpelar respecto de problemas de todo tipo. Las prácticas de explotación extractiva, el petróleo, la construcción de un Estado Nacional capaz de controlar la explotación de sus recursos naturales respetando las condiciones ambientales, la naturaleza. Son todos problemas, no nuevos pero sobre los cuales hay soluciones vacilantes, de difícil aplicación. En ese sentido, me parece que un frente, que va construyendo conceptos en relación a una articulación nueva de problemas. Ahora bien, estos problemas no son nuevos. Lo que exige novedad es cómo debe articularse el problema de la minería con problemas de transporte, con problemas de derechos humanos. Tomando problema por problema como en un parque temático separadamente se corre el riesgo de perder la articulación que tienen.
Una nueva política de minería no se va a conseguir de la noche a la mañana, hay que componerla. Y ese componer no se hace al margen de una definición del sujeto social que acompañe esto, con tal o cual discurso, lenguaje, conciencia. Por lo tanto hacerse de un cuadro de relaciones con la vida política y que cada tema lleve a libertades del sujeto político y a una autorreflexión sobre sí mismo.

21 febrero 2011

Un acercamiento a la cuestión de las políticas públicas: al rescate de la “carne” política de un tema en el centro de la agenda (parte 2 de 5)

Néstor Borri *

2. Desde la vida cotidiana y la experiencia de las mayorías populares

Un paso que acompaña este movimiento es el esfuerzo de pensar las políticas públicas desde la vida cotidiana. Especialmente de la de los sectores populares; contrastándola con la vida cotidiana de todos los sectores de la sociedad. Por ejemplo: ¿Cuántas políticas públicas hacen que cada uno de nosotros tengamos puestas las zapatillas que llevamos? ¿Qué hay de política pública en un chico descalzo? ¿Cuántas políticas públicas hace que se gaste dinero en unas zapatillas caras, y no en otra cosa? ¿Cuánta gente trabajo para que tengamos unas u otras? ¿Cómo las compramos? ¿Cuándo? ¿Cada cuánto puede un joven, o una familia, cambiar por ejemplo los pares de zapatillas de sus chicos? ¿Qué lugar ocupa en su marco de prioridades y posibilidades?

A ras del piso, y en la cercanía de la vida concreta de sectores concretos. Es un buen punto de partida. Tratar de pensar la cuestión comprendiendo que esa toma de posición del estado “surge de” y “va a” lo encarnada y crudamente concreto de la vida de las personas, de los ciudadanos. Y que así le da forma no sólo a las zapatillas, sino a los rumbos de la sociedad. Y a la vida de cada cual.

Así es que parar abordar las políticas públicas, de una manera significativa en la Argentina, hoy, un buen criterio es pensar cómo se organiza políticamente la felicidad colectiva, y en que momento esa felicidad está atravesada por la forma, las decisiones y los posicionamientos de las acciones del estado respecto a las cuestiones que, evidente o veladamente, hacen a la posibilidad de tener “una buena vida”.

Con todos los riesgos del caso, si tuviera que elegir una palabra que realmente nos ayude a pensar en relación a la política publica, elegiría felicidad. Sabiendo que cuando uno pone todo ese sintagma de palabras, ninguna palabra queda inmaculada, todas son tensionadas por las otras. Y uno sabe perfectamente que no es casual que, por ejemplo, la cuestión de la felicidad sea también un tema favorito del mercado y de los grupos concentrados. Tema del que nos habla una y otra vez desde su modo principal de posicionarse en medio nuestro: la felicidad es el tema central de toda la publicidad y el consumo.

Cuando felicidad y política se ponen al lado, en una frase, del verbo “pensar”, no se trata fácilmente de elucubrar y “pensar” nada más. De la misa manera que en la fórmula felicidad colectiva, ni lo colectivo, ni la felicidad se pueden expresar livianamente.

Entonces, el desafío de pensar rigurosamente, técnicamente también, sobre las políticas publicas, pero también pensarlas con mucha carnalidad, con mucha biografía individual colectiva, con mucha vivencia personal, grupal, familiar. Histórica. Marca historias, en el cuerpo de los sectores populares, la presencia o ausencia, o la direccionalidad de políticas publicas.

Y una cosa mas es bueno plantarse en esto, por su supuesto, desde un compromiso solidario, militante, generoso, altruista, pero hay un punto donde si uno no logra enganchar la cuestión política con los propios deseos de felicidad, podemos quedar entrampados.

Puede parecer egoísta, individualista… pero todas las palabras que nos parecen feas, las tenemos que recuperar… Incluso las que se presentan como las peores, por ejemplo: individualismo. El neoliberalismo que nosotros decimos que es individualista, si hay una cosa que hace es destruir a los individuos. Individuo significa “lo que no se divide”. Sin embargo, nadie mejor que el neoliberalismo para destruir al individuo. Y no es casual que las políticas sociales neoliberales, las llamadas focalizadas, han sido las que más han dividido individuos, realidades problemáticas. Paradójicamente, cuando proponemos políticas publicas en el área social, integrales, estamos recuperando la posibilidad de que los sujetos sean individuos, cosa que las políticas de los 90 tendieron a fragmentar al infinito.

De la misma manera, hay palabras que parecen buenas, que se asemejan a las nuestras, que parecen nuestras, que apreciamos, pero a las que vale la pena poner por lo menos bajo sospecha o, en todo caso, en clave reflexiva. Un ejemplo, casi a modo de provocación: la palabra participación. Siempre aparece el planteo de que las políticas deben ser absolutamente participativas. Frente a esto, para abrir una mirada más apropiada, basta decir quizás, que el neoliberalismo fue siempre participativo. Y muy especialmente con los más pobres. Si miran las políticas sociales de los ’90 invitaban ampliamente a los sectores populares a tener que participar para obtener al “precio” de la participación lo que deberían haber tenido por derecho. ¿Quiere decir esto que las políticas públicas no deben proponer participación o que la participación no es importante? No. Sí quiere señalar que hay diferentes modos y consecuencias de la participación. Sentidos políticos de la misma. Porque, así como hay que garantizar el carácter democrático y participativo de las política públicas; también hay que prevenir el hecho de que muchas veces los que quieren participar y direccionar son los sectores concentrados y el mercado, y los intereses opuestos a los de los sectores populares. Por eso, al reclamar políticas públicas participativas, siempre vale estar atentos a la funcionalidad de la participación en ellas: antes, durante y después de su ejecución. Esto es parte del gran trabajo de “filtrado”· que debemos hacer sobre todo el jugo neoliberal que impregna, aún hoy, nuestras discusiones y reflexiones.

Siempre la política pública como algo que nos atraviesa y que no tiene que ver solamente con nuestra militancia y nuestro compromiso con lo colectivo. Sino, más bien, con el momento donde lo colectivo nos atraviesa.

Poder reubicar, a la hora de pensar el altruismo, la generosidad en un punto donde no seamos analistas ni demandantes, sino protagonistas de las políticas públicas. Como ejercicio, pensemos, por ejemplo, cuál es en este momento la política pública más importante para la felicidad de cada uno. ¿Cuál es, para gente que ronda los 30 años, la política más importante? ¿Cuál habrá sido, entre los 15 y los 20 años, la política pública más importante? ¿Cómo se “arma” una juventud con política pública? Cómo es ese espacio de “moratoria”, de oportunidad para experimentar que algunas visiones plantean como la definición de lo que es la juventud: una “changüí” entre la niñez y la vida adulta, donde se da a los sujetos un plazo, una ventana de oportunidad para entrar con más elementos a las fase siguientes de la vida y al mundo de las responsabilidades adultas. Veamos por un momento a la juventud de este manera: como un espacio que se abre en esos términos, como un conjunto de oportunidades para sujetos que durante un cierto tiempo pueden estudiar “sin trabajar”, explorar lo colectivo sin tener que votar, explorar con el afecto y la sexualidad sin tener que formar una familia de inmediato. Y pensemos entonces ¿Cuántas políticas públicas hacen que hayan tenido o tengan esa moratoria? ¿Cuál es la trama que sostiene, el marco que abre esa ventana en las experiencias personales y colectivas de los sujetos que, entonces, y no sólo por la edad, podemos llamar jóvenes?


[1] El presente texto es la ampliación y desarrollo de una intervención realizada en un encuentro de formación política para jóvenes en el marco del ciclo Memoria, Derechos Humanos y Prácticas Políticas llevado adelante por el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos La Perla (Córdoba), el Centro Nueva Tierra y la iniciativa Cátedras Populares del Ministerio de Desarrollo de la Nación.

* Centro Mapas pedagogía/política www.mapas.org.ar nestorborri@gmail.com

Horacio Gonzalez en 10 partes 6/10


¿Qué significa para ud. una profundización del proyecto kirchnerista? ¿A partir de que ejes y medidas se articularía?
Concebido como fuerza política, con un nucleamiento de tipo trasversal, que atraviese los distintos grupos de apoyo a través de acuerdos más profundos respecto de la distribución de la renta, los modelos energéticos, de transporte, la política cultural, sobre lo cual se puede decir que hay ciertas deficiencias. El desafío para todos los grupos que apoyan es avanzar en una mayor discusión. Hay que operar un desvío en la historia argentina en relación a las formas más regresivas de la política que podría encarnar, por ejemplo, Scioli en este momento. Sin algo que suponga el fácil costumbrismo de condenar a políticos que no pertenecen a nuestra capilla. No es así, Scioli, lo he dicho muchas veces, representa un giro conservador dentro de las filas populares o es un neopopulismo conservador que tiene un arraigo muy grande en los sectores populares, en los medios de comunicación. Scioli ha hecho un trabajo que lo ha colocado como una figura aceptable para un sector amplio. La situación que se abre en el país en el caso de que sea el triunfo de la candidatura de Cristina en la elección próxima deberíamos evitar permitir que se genere un nuevo polo dentro del peronismo y fuera del peronismo encabezado por Scioli, que sería un retroceso: se conservarían algunas de las cosas que se hicieron, incluso se percibe en el clima de la campaña política que ya empezó en la Argentina, sobre todo del lado del Partido Radical, que se irán a respetar muchas de las decisiones de estos años en materia de derechos humanos, de la Asignación Universal por Hijo, aspectos de la Ley de Medios van a ser continuados. En ese sentido el kirchnerismo deja un legado. El desafío que está presente y por eso yo lo llamo la necesidad de producir un desvío en la historia argentina, a contramano de las derechas y los sectores conservadores en la Argentina. Hay que trabajar para producir el desvío que siempre fue el kirchnerismo, fue la lógica de un desvío respecto de lo previsible en la Argentina. Así fue en el 2003, será así en el 2011, esperemos, y más aún esperemos que lo siga siendo en relación a lo que es “normal” en la Argentina, es decir, frente a los nucleamientos de centro derecha operando dentro del sistema democrático. No va a ser una dictadura, va a respetar algunas de las realizaciones pero va a ser una versión muy pobre respecto de las transformaciones que siempre quisimos.

20 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 5/10


En un reciente artículo respecto a lo sucedido en Formosa, Soldati y Avellaneda Ud. se refería a la necesidad de una ética del “sin más” frente a posiciones que explicaban acciones que parecían comprometer el perfil progresista del gobierno a partir de la correlación de fuerzas ¿Qué significa esta ética del “sin más y por qué la considera especialmente propicia en este momento político?
Bueno, esto fue producto de una especie de ataque kantiano que me agarró. Concibo la vida política como la aparición repentina, en algún momento dado y me pareció que ese era el momento, de un conjunto de conceptos universalistas que deban ser aceptados “sin más”. Es decir, sin que se los someta a un determinado tipo de construcción política que en general restringen a un enunciado político a las condiciones en que se desarrolla.
Cuando decimos que algo es complejo decimos que intervienen muchos factores y que por lo tanto es necesario reconocer todos ellos y, de ese modo, relativizar nuestra propia presencia allí. Decía que en algún momento tanto para el gobierno como para los grupos políticos que lo apoyan, esto aparece como algo no sustituible por ningún matiz ni ninguna sustitución. A veces existe en el lenguaje político esta idea, “lo no negociable”, “esto no lo negocio”. Pero esa frase también se degradó. Cuando un político dice “esto no es negociable” está anunciando su propia relativización al ponerlo como una moneda más que se arroja en la charla. Entonces surge la idea de que esto se debe pensar “sin más”.
Es el dilema de la política, finalmente, la idea de cómo lo “no negociable” puede escapársenos de las manos. La idea de que ocurrido el asesinato de Ferreyra, hay razonamientos y medidas de tipo jurídico que tiene que sostener la justicia “sin más”, en términos condenatorios. Por eso también preocupa ahora la situación en que se despliega el caso en sede judicial, donde al parecer han avanzado los abogados de quienes están incriminados, solicitando la absolución o la libertad. Si por algún tipo de triquiñuela, falta de prueba o lo que fuera, ocurriera eso, eso “sin más” no debería ocurrir. Eso alteraría toda la escena política.

 4 Febrero, 2011  Iniciativa
Reportaje de Ariel Goldstein y Federico Ghelfi

19 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 4/10


En un reciente artículo respecto a lo sucedido en Formosa, Soldati y Avellaneda Ud. se refería a la necesidad de una ética del “sin más” frente a posiciones que explicaban acciones que parecían comprometer el perfil progresista del gobierno a partir de la correlación de fuerzas ¿Qué significa esta ética del “sin más y por qué la considera especialmente propicia en este momento político?
Bueno, esto fue producto de una especie de ataque kantiano que me agarró. Concibo la vida política como la aparición repentina, en algún momento dado y me pareció que ese era el momento, de un conjunto de conceptos universalistas que deban ser aceptados “sin más”. Es decir, sin que se los someta a un determinado tipo de construcción política que en general restringen a un enunciado político a las condiciones en que se desarrolla.
Cuando decimos que algo es complejo decimos que intervienen muchos factores y que por lo tanto es necesario reconocer todos ellos y, de ese modo, relativizar nuestra propia presencia allí. Decía que en algún momento tanto para el gobierno como para los grupos políticos que lo apoyan, esto aparece como algo no sustituible por ningún matiz ni ninguna sustitución. A veces existe en el lenguaje político esta idea, “lo no negociable”, “esto no lo negocio”. Pero esa frase también se degradó. Cuando un político dice “esto no es negociable” está anunciando su propia relativización al ponerlo como una moneda más que se arroja en la charla. Entonces surge la idea de que esto se debe pensar “sin más”.
Es el dilema de la política, finalmente, la idea de cómo lo “no negociable” puede escapársenos de las manos. La idea de que ocurrido el asesinato de Ferreyra, hay razonamientos y medidas de tipo jurídico que tiene que sostener la justicia “sin más”, en términos condenatorios. Por eso también preocupa ahora la situación en que se despliega el caso en sede judicial, donde al parecer han avanzado los abogados de quienes están incriminados, solicitando la absolución o la libertad. Si por algún tipo de triquiñuela, falta de prueba o lo que fuera, ocurriera eso, eso “sin más” no debería ocurrir. Eso alteraría toda la escena política.
4 Febrero, 2011  Iniciativa
Reportaje de Ariel Goldstein y Federico Ghelfi

16 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 2/10


En el momento de su surgimiento, Carta Abierta supo describir el accionar de las derechas contemporáneas en Argentina con el concepto de “clima destituyente” o en el caso de ud. con la gestación de una nueva derecha popular, ¿Piensa en algún concepto o reflexión para caracterizar la situación de la derecha y los sectores concentrados dos años después del lock out agrario?
Carta Abierta fue una interesante fábrica de conceptos, dos de los cuales fueron las nuevas derechas con arraigo popular y el ejercicio destituyente, ambas surgieron de creaciones colectivas. En este tiempo faltan nuevos conceptos y hay una derecha explícita fuera del Gobierno y fuera del Partido Justicialista que no se llama necesariamente derecha -a nadie le gusta llamarse derecha, ella misma se quita ese nombre. En casos recientes y notorios, se ha visto cómo los grandes medios de comunicación de las derechas tradicionales se expresan con la importancia que le dan a las luchas sociales, a través de su apoyo a quienes antes no hubieran tomado en cuenta. De modo que es una época de entrecruzamientos ideológicos que se ponen en operación hacia acontecimientos políticos para provocar efectos políticos que no forman parte íntima de quienes los originan. Es decir, hay una derecha que puede producir y emplear ese tipo de recursos; éstos forman parte de los nuevos ejercicios retóricos de la derecha. Eso es lo más interesante de este momento y que forma parte de los nuevos análisis que hay que hacer en relación al conservadurismo, a estos pensamientos basados en la retracción de los horizontes interesantes que se habían constituido, estos están en muchos casos en el interior del Partido Justicialista, si lo tomamos como un partido que actúa dentro de una extensión. Dentro del Partido Justicialista coexisten muchas posiciones y en muchos casos viejas formaciones conservadoras, algunas yo diría de derecha, sobretodo en los Partidos Justicialistas provinciales y uno difiere en términos de cómo tratar la cuestión. Este fue un motivo por el cual un grupo como Libres del Sur dejó su relación con el gobierno en su momento. Pensaría que ahí no dejan de haber problemas pero en general hemos tenido otra actitud conviviendo con esa cuestión en términos críticos, privilegiando otras cuestiones como el hecho de que cuando estos grupos más conservadores intervienen (como sucede ahora con el debate sobre bajar en la edad de imputabilidad) el gobierno en general tiende a resolver las encrucijadas con posiciones progresistas. Siendo así, estamos aplicando otro sistema de resolución de esa contradicción que sigue tomando el gobierno ante el hecho de que el Partido Justicialista esté en el medio. El Partido Justicialista es un ámbito de disputa y movilización que esta abierto desde el punto de vista de la actividad del gobierno y sus decisiones. Pero, retomando tu pregunta, faltarían los conceptos adecuados para designar esta situación.

 4 Febrero, 2011  Iniciativa
Reportaje de Ariel Goldstein y Federico Ghelfi

15 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 1/10


Horacio González: “Es necesario operar un nuevo desvío en la historia argentina, a contramano de las derechas y los sectores conservadores”. Entrevista exclusiva de Iniciativa.

 4 Febrero, 2011  Iniciativa
Reportaje de Ariel Goldstein y Federico Ghelfi

Iniciativa entrevistó en forma exclusiva a Horacio González, Director de la Biblioteca Nacional y Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). El intelectual de Carta Abierta se refirió en esta entrevista a la relación entre las izquierdas y el kirchnerismo y la enigmática vinculación del pasado con el presente que se expresa en la figura de Kirchner. Asimismo, aporta nuevas reflexiones que apuntan a problematizar y discutir las encrucijadas que plantea el accionar de las derechas para el avance del proyecto nacional en el marco de este año electoral.

En su momento ud. habló de Néstor Kirchner como el político de las grietas, una suerte de improvisador en la cuerda floja constante de la política, lo que era a su vez una de sus principales virtudes políticas, ¿Cómo imagina la sustitución en la política argentina y el escenario que se abre ante la ausencia de este personaje constitutivo?
Sí, he escrito algunas reflexiones en ese sentido. Son cosas que hace tiempo está pensando en especial Ricardo Forster sobre el tema del surgimiento inesperado de Kirchner en la medida en que ahí sí se abriría una brecha dentro de la excepcionalidad de la situación. Advertido a la pregunta respecto de cómo se sustituye una situación de excepcionalidad, permite imaginar la dimensión del problema. Es un tema que está sintiéndose con bastante agudeza, a través de las crisis que se reforzaron una vez fallecido Kirchner, por la condición de centro que sostenía su figura. No hay que  quedarse solo en alentar la idea de que la ausencia de Kirchner podría seguir siendo un vacío constructivo donde surgieran líneas políticas, que originara una memoria, que dejara un legado que tenía una operatividad real en el presente. Eso es un problema a mi juicio hoy. El vacío que hay hoy en relación a Kirchner no necesariamente debe ser pensado en forma complaciente, como un vacío cuya operatividad y constructividad se nota todos los días de una manera acabada;  no está siendo así. Esto puede significar también la falta de cuadros lo suficientemente preparados para tomar decisiones de urgencia que den una cierta previsión frente a problemas inesperados, una cierta capacidad de continuidad de los episodios entre los momentos anteriores y los que van a venir. Entonces yo diría que la situación para todos los que acudimos al llamado de Kirchner es una situación donde la idea de que la ausencia de Kirchner lógicamente construye un horizonte y donde la sustitución de Kirchner a través de la memoria, la leyenda y el recuerdo activo no va a ofrecer problema yo la cambiaría por otra opinión que advierte que hay problemas ahí. Hay problemas que deben de maneras imaginativas y buscando nuevas posibilidades para las militancias, para aquellos grupos que se acerquen, en el marco de esta enorme paradoja, ya que el cuadro se presentaría casi mejor que antes. Hay que tener cuidado: están habiendo problemas y es necesario estar en mejores condiciones para prevenir porque sino las viejas estructuras políticas de la Argentina van a desarmar todo lo que tenía este proceso de originalidad y excepcionalidad.

14 febrero 2011

Horacio Gonzalez en 10 partes 3/10


Cómo imagina el papel de Carta Abierta en este año electoral? ¿Qué diferencias o novedades imagina respecto del espacio que surgió en el 2008?
Habrá una diferencia importante cuya dimensión no conocemos. En plena campaña estaremos involucrados en las posiciones del gobierno en la Capital Federal. En ese sentido, estas semanas son difíciles, vemos la campaña de afiches en las paredes de la ciudad y eso provoca mucha tensión al interior de las fuerzas que apoyan al gobierno. Si bien está claro que es una disputa que se hace en términos de un fuerte reconocimiento hacia todos los demás postulantes, pero como una elección primaria muy fuerte donde las paredes de la ciudad hablan al respecto. Carta Abierta tendrá que mantenerse como un grupo de reflexión, de análisis, pero tampoco permanecer autónomo de la coyuntura.
Habrá que buscar la forma de mantener cierta autonomía y al mismo tiempo atender a las ideas que estén circulando. En principio, una posición ecuánime como foro de discusión sobre todas las candidaturas. Conozco a todos los candidatos, pero no tengo por qué decidir inscribirme en tal o cual apoyo. En este momento de cierta tensión que vivimos, pienso que no supone apoyo directo pero dependerá de los signos rápidos que se lean en este momento donde todo está puesto en términos muy vertiginosos.
Muchas décadas en el lenguaje político argentino fueron leídas en el lenguaje de las señales: en la época de Perón eran los guiños, ahora son las señales. Entonces, los grandes interpretadores de señales pueden creer respecto de que tal está con tal, eso nos va a pasar a todos. Es necesario para todos, más allá de que cada uno individualmente tome posiciones, que haya un ámbito como Carta Abierta que preserve ecuanimidad y objetividad de forma profunda y atendiendo a los puntos graves.
De modo que es necesario tomar los antecedentes de un problema, el modo en que este problema se presentó en años pasados, tomar la Ciudad de Buenos Aires como la más compleja maquinaria política del país, en lo económico, lo cultural, lo comunicacional, lo financiero. Sobre esto puedo decir que no veo ninguna fuerza política, incluso de las que vamos a apoyar nosotros, pensamientos en avance más profundos respecto de cómo pensar la Ciudad de Buenos Aires.
Un lugar como Carta Abierta donde el estudio, la reflexión y la investigación tiene que contribuir a decir cosas más profundas sobre lo que es esta ciudad con tantas disparidades. Coexisten procesos migratorios nuevos y la ciudad de Alan Faena. Son polaridades que, si bien preexistían, hoy son muy extremas. Un alto nivel de heterogeneidad de estilos, nuevas formas de vida, nuevos estilos arquitectónicos por un lado, y por otro lado, la ocupación de tierras a nivel de un problema real que no puede resolverse con improvisaciones. Entonces se precisa una nueva política de tierras así como una nueva política cultural en la ciudad que esté a la altura de estos desafíos. Debe abordarse esta heterogeneidad, que tiene el sello de la injusticia social en gran medida. Son todos problemas que afichando la ciudad no se van a resolver. La campaña exige afiches pero exige también pensar en un concepto más profundo respecto de cómo tratar la cuestión capital, que es cómo esta enorme maquinaria económica y simbólica que es la Ciudad de Buenos Aires reproduce desigualdades aceleradamente. 

4 Febrero, 2011  Iniciativa
Reportaje de Ariel Goldstein y Federico Ghelfi

Un acercamiento a la cuestión de las políticas públicas: al rescate de la “carne” política de un tema en el centro de la agenda (parte 1 de 5)

Néstor Borri *

No es difícil plantear una serie de ideas sobre las políticas públicas. Es un tema con la doble característica de estar de moda y, a la vez, tener una larga recorrida en el mundo de los especialistas y en el ámbito académico.

Esa misma situación es la que invita a poner como problema no tanto las definiciones que se puedan dar de la cuestión, o los desarrollos o matrices que se puedan desplegar para explicarla, sino, sobre todo, los marcos de interpretación en los cuales circula o puede circular el tema hoy en día. Marcos interpretativos que, lejos de ser inofensivos, marcan el contenido y determinan las consecuencias del uso de la noción. Corrientes de pensamiento que, de diferentes maneras, y con distinto grado de evidencia, en la mayoría de los casos tienen el efecto de despolitizar ampliamente el problema convocado y, de paso, ponerlo en lo público como una cuestión, apenas, de especialistas.

Por eso mismo, para abordar la cuestión de las políticas publicas, tan recurrente en este último tiempo en todo tipo de convocatoria o reflexión, vale la pena acercarse a ella desde la manera en que nos fuimos, justamente, encontrando con sus contenidos. Con la esperanza de que ese recorrido que es un recorrido de interacción con actores concretos, con sujetos, y con los sectores populares en particular nos sirva de guía para anclar el contenido político y público que queremos darle a “políticas públicas”.

Es una gran oportunidad que el tema esté en el centro de la agenda: que se hable de él en las organizaciones, en los medios, en las convocatorias militantes, en la dinámica cotidiana incluso. Pero también es un desafío “zafar” de la posibilidad de que se convierta en un término de moda que, como toda moda, viene a tapar un vacío de contenidos o a evadir los temas realmente importantes.

1. Un recorrido al encuentro de la noción y la tarea de las “políticas públicas”

A finales de los ’90, desde nuestros espacios de formación de organización y dirigentes, empezamos a responder a lo que pensábamos era una necesidad y una exigencia: acompañar, de la mejor manera posible, el reencuentro de hombres y mujeres de organizaciones, comunidades, grupos, movimientos de distintos espacios, con la dimensión política de sus vidas y de su compromiso. De sus vidas fuertemente amenazadas por las consecuencias de un largo ciclo de políticas de ajuste neoliberales y de una democracia recuperada pero siempre limitada por el mercado. Y un compromiso resistente, ejemplar, indispensable muchas veces para, ni mas ni menos, sobrevivir. Compromiso en espacios como las organizaciones, en situaciones de sobrevivencia, en situaciones contradictorias. Compromiso en escenarios, casi siempre, dibujados por otros. Y, en no poca medida, por políticas focalizadas que proponían, para los pobres y excluidos, una “ciudadanía menor”, una “participación” no tanto como derecho sino como precio para sobrevivir apenas y un compromiso al que permanentemente se le cercenaba o negaba su carácter político.

Al reencuentro de esta ultima dimensión, caminamos en espacios muy heterogéneos. Hemos tratado de hacerlo desde una fuerte y delicada escucha, porque creemos que es importante ser capaces de ponerse en los zapatos del otro para ver cómo construir sentidos comunes, colectivamente. Conocimientos colectivos sobre lo que nos iba pasando, justamente, en términos colectivos.

Y en esto tenemos una hipótesis, un criterio al acompañar procesos de formación política, que se puede resumir así: no basta decir la palabra política cada tres frases para estar hablando políticamente. Es más: quizás es lo más fácil para despolitizar un proceso, es decir, mencionar la palabra “política” una y otra vez. Entonces, se termina dando a las conversaciones, las situaciones, un barniz pseudo-politizado o ideológico: suena a política, pero no resulta política. O sea: no se le hinca el diente a lo que, realmente, sería la politicidad, el nervio, la carne política podemos decirde lo que tenemos que conversar. Vale decir, entre paréntesis, que esto pasa de manera paradójica entre los militantes: las conversaciones políticas tienen abundante jerga política, pero en muchos casos poca carne. Y, paradoja sobre paradoja, muchas veces esto sucede de manera simétrica –y, atención, complementaria y peligrosamente funcional a lo que sucede en los medios masivos de comunicación: mucha mención a la política; consecuencias despolitizadas. Y vale tener a la vista esta tensión entre los modos de hablar de la política, para ubicar las tensiones en medio de las cuales nosotros, hoy, en diferentes espacios de construcción social, nos reencontramos con esta noción de políticas públicas.

Y aquí esta segunda advertencia: muchas veces se habla de políticas públicas justamente como estrategia para hablar de política. Técnicos, periodistas, incluso a veces funcionarios o dirigentes, resulta que a veces no quieren hablar de política porque les resulta fea, contradictoria, corrupta. Entonces nos encontramos con esta formula más elegante, más prolija, más transparente, que son las “políticas públicas”.

Y no es casual que es posible rastrear en muchas instituciones, y en organismos que tienen la fórmula “políticas públicas”, sobre todo los provenientes de los años ’90 que en muchos casos gozan desgraciadamente de buena salud un núcleo relacionado con la tecnocracia y las fundaciones de matriz neoliberal. Se espera que hablando de políticas públicas, se hable de cosas y acciones serias, explicitas, técnicas, precisas, puras, transparentes y finalmente “desinteresadas”.

Es un doble procedimiento: hablar de políticas publicas extirpándole la conflictividad de lo político; y gestarlas, al mismo tiempo, extirpándoles todo lo “sucio” y complejo de lo público: lejos de los sectores populares, lejos del estado “ineficiente”. Y cerca de gabinetes impecables y técnicos imparciales.

Por eso, una tarea inicial es sacar la fórmula, la noción y la realidad que mencionan de las garras de los significados inofensivos, extraerla del cerco de los significados que son pasteurizadores de la conflictividad. Devolverlo a la textura real y contradictoria de la política y a la fractura y las confrontaciones de lo público. Hay que sacarla de su forma tecnocrática. Y de su forma privatizada.

Pero, además de sacarla de esos lugares, hay que ser capaces de ponerla, de reubicarla en algún lugar. Porque, finalmente, aquello que nombra y convoca es algo que nos importa y mucho. No más ni menos que la toma de posición y la secuencia de acciones y decisiones por las cuales el estado responde y propone frente a las tensiones, necesidades, demandas y conflictos que atraviesan a los actores de una sociedad.


[1] El presente texto es la ampliación y desarrollo de una intervención realizada en un encuentro de formación política para jóvenes en el marco del ciclo Memoria, Derechos Humanos y Prácticas Políticas llevado adelante por el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos La Perla (Córdoba), el Centro Nueva Tierra y la iniciativa Cátedras Populares del Ministerio de Desarrollo de la Nación.

* Centro Mapas pedagogía/política www.mapas.org.ar nestorborri@gmail.com