11 junio 2010

Kioscos, guetos y corrales 3

para interrogar las construcciones políticas y la acción colectiva en la etapa actual de argentina y américa latina
Kioscos, guetos y corrales
Parte 3 de 6: Militancias y guetos. Lógicas para procesar/intervenir conflictos
Esta serie de envíos pone en escena lo que se viene haciendo, reflexionando y discutiendo a nivel nacional en el marco del Colectivo Ciudadanía (www.colectivociudadania.org.ar). Los textos en cuestión son producto de ese trabajo y parten de una elaboración interna que decidimos abrir a un público más amplio. Son planteos "en camino", para ser discutidos, y, a la vez, puntos que se preguntan especialmente por la construcción colectiva en ámbitos, espacios y frentes diversos pero con referencias comunes. Esperamos sus aportes y comentarios para seguir ampliando las apuestas y los debates.
Ilustración: Sebastián Prevotel

Cuando hablamos de guetos y militancias, centralmente nos referimos a un riesgo: del de quedar encerrados en círculos de conversaciones, preocupaciones, temas, debates y “luchas” que solo implican a pequeños grupos, o en todo caso que dejan afuera a una parte demasiado considerable de la sociedad, o de los que deberían estar implicados e involucrados para que el debate tenga consecuencias serias.

Esto sucede con varios tipos de militancia. El gueto es un lugar de encierro, de aislamiento y de repliegue, de que, en muchos casos, se olvida que es eso mismo. Aparece la “costumbre” de vivir dentro y parece que ahí sucede todo. En el gueto hay algo “tranquilzador”…

Existe un déficit de interlocutores y sujetos sociales que puedan llevar adelante una propuesta con consecuencias favorables para la vida cotidiana de los sectores populares. Debates con consecuencias que respalden, generen y alimenten los intereses de los sectores populares / los trabajadores en general. En este punto, vemos que en muchos ámbitos y en torno diversas reivindicaciones, aparece el riesgo de proponer un país para todos con un debate para pocos. Mientras tanto, los medios de comunicación proponen un país para pocos con un debate para todos.

Los militantes sociales y/o políticos –que hacen-hacemos de la militancia identidad, sello y estilo de vida– pensamos, proponemos, exhortamos a poner garra para un país para muchos. Pero los debates que logramos sostener , muchas veces interesan e interpelan a unos pocos. Para contrastar, vale estar atentos al hecho de que actores como los grandes medios de comunicación piensan un país para pocos, pero interlocutan con muchos. Una parte de esta tensión por supuesto tiene que ver con la diferencia de poder que pueden tener

Por la inversa, un ejemplo. Un error muy frecuente de concepción al dar la batalla con los medios: Considerarlos sólo como enemigos, o pretender que las personas los identifiquen como tales, es desconocer que para la mayoría de la población los medios de comunicación son portadores de significados y culturas que representan en interpelan. Son proveedores de culturas y sentidos que la razón lineal que alimenta nuestra tradición de militancia social y política tiende a desplazar: culturas del afecto y el sentimiento, del erotismo y la sensualidad, del azar y la incertidumbre, del humor y la irrespetuosidad, de la cotidianidad y la construcción cotidiana de sentido para la vida.

Esto no hace necesariamente amigables a los medios de comunicación en tanto actores políticos. Sin embargo, verlo así es un paso para asumir que las estrategias de hacer circular el mapa de propiedad de medios o etiquetar con una careta de gorila a Ernestina Herrera de Noble o a Joaquín Morales Solá son insuficientes e ineficaces. Si se quiere, por ejemplo, que mayorías defiendan la implementación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, no basta con la denuncia y la repetición de la disyuntiva “la nueva ley o los monopolios”. Hacen falta unas vueltas de tuerca de complejidad y creatividad en las estrategias para construir adhesión y respaldo amplio de la ciudadanía.

¿Cómo interpelar eso que los medios proveen? ¿Cómo proveer nuevos repertorios sin denostar las culturas –contradictorias pero también válidas y valiosas– que los medios levantan, expresan y reproducen?

El perfil “militante” no es masificable. O dicho al revés, como pregunta y entrándole por la inversa: ¿Qué tipo de implicación en la participación, qué tipo de compromiso e involucramiento es posible proponer –y esperar– de las mayorías, para sostener proyectos a todas las escalas?

Decir que el perfil ‘militante’ no es masificable no es sencillo. Puede tener su costo afirmarlo y ser consecuente con ello en algunos espacios. Pero es necesario evaluar en qué medida esto es y ha sido así. Y que lo es más en contextos de alta fragmentación y en una secuencia histórica como aquella de la que venimos. Tenemos una larga y dolorosa experiencia de país que lo constata. También lo demuestra una larga tradición pedagógica y de trabajo con la cultura popular y política en nuestro país y América Latina.

Pero, si el perfil del militante no es masificalbe, ¿con qué perfiles actuar o qué tipo de perfiles construir en sectores amplios de la sociedad? La pre-tarea: Hacerse una imagen de “sectores populares con capacidad política” que sea realista pero no claudicante, que sea ambiciosa pero no mágica, que sea viable, alcanzable y al mismo tiempo superadora.

Nos encontramos continuamente con guetos de pensamiento y acción. Nos movemos entre corralitos de convencidos que bloquean la interpelación a y la construcción con sectores más amplios.

El problema con los guetos no es su condición de parte, si no el encierro y el aislamiento. Es esperable y fundamental que haya partes y partidos en el juego democrático.

Un camino para des-guetizar: Desesencializar el discurso, ir de los sustantivos y los nombres propios a los verbos. También: Nunca dejar de preguntase si acaso las cosas no se pueden hacer de otra manera.

El esquema que plantea su eje en identificar y confrontar enemigos todo el tiempo para procesar los conflictos sirve y construye en cierto marco y con ciertas condiciones. Es un riesgo o por lo menos un error valerse de este esquema en todos los contextos.

Cuando la actual gestión de gobierno asumió su primera etapa, en un escenario de debilidades múltiples, ese esquema fue útil para construir una base mínima de apoyo y poner límite a intereses que pugnaban por volver al status quo neoliberal. Desde el 2008, por distintas razones, ese esquema parece haberse agotado en Argentina.

La militancia y ciertos guetos hacen su parte en reproducir la lógica que soporta y da sentido a ese esquema se agota en nombrar y confrontar al “enemigo”.

Algunos límites de la mirada-lógica-esquema de confrontación de enemigos:

  1. Como toda estrategia, funciona para un determinado contexto. No ver eso puede significar la reproducción de escenarios anteriores o, simplemente, quedar por fuera de los actuales.
  2. La lógica de confrontación del enemigo tiene a su favor la simplicidad del esquema que propone. En tiempos de escenarios en movimiento, la complejidad y dinamismo de la realidad escapa a esa mirada o, peor, se da de frente con ella. El riesgo ahí es del autismo.
  3. La mirada de bloque que supone, puede servir para aglutinar más allá de las diferencias. Si embargo hay momentos en los que reconocer las diferencias (tanto de un lado como del otro) y trabajar con ellas puede ser vital.
Centro Mapas

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